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domingo, 1 de febrero de 2015

Matutina de la Mujer: Febrero 1, 2015

Alabanza y devoción


Bueno es alabarte, oh Jehová, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo; anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad cada noche. Salmo 92:1, 2



¡Qué gozo es comenzar el día alabando a Dios! Recuerdo cuando mamá nos levantaba al amanecer para el culto matutino.

Nuestro despertador eran sus cantos de alabanza, rebosantes de gratitud al Dador de la vida. ¡Con cuánta alegría entonábamos ala­banzas a Dios! Se nos hacía corto el tiempo que dedicábamos a cantar. A veces, al terminar el culto, los hijos nos quedábamos cantando, simplemente por el gozo de alabar al Señor, mientras mamá emprendía las tareas de la jornada. Paz y alegría llenaban la atmósfera, y nuestro día se hacía llevadero y feliz. Esos momentos aún impactan mi vida. El Salmista expresó: “Bueno es alabarte, oh Jehová, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo; anunciar por la mañana tu misericordia y tu fidelidad cada noche”. Es importante dedicar los primeros minutos del día a la comunión con él. Nuestro Padre ansia hablarnos, dirigirnos y bendecirnos. Al entregarnos a Dios en la mañana para que él obre en nosotras conforme a su voluntad, estaremos seguras. Si vamos con Jesús, nada logrará perturbarnos ni sacarnos del carril que lleva al cielo.

Elevar nuestro pensamiento a Dios mientras cumplimos nuestras responsabilidades nos mantendrá en comunión con la fuente de inago­table poder. De no ser posible hacerlo en voz alta, podemos alabarle con el pensamiento. Mantengamos en el corazón un cántico al Rey de reyes. Alabémosle aun en la adversidad, porque él es digno de alabanza; porque “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Rom. 8:28).

Al terminar el día, es una dulce bendición llegar ante su presencia con alabanza para que, meditando en todo lo que él ha hecho durante el día por nosotras, en nosotras y a través de nosotras, lo exaltemos por su fidelidad. Alabemos a Dios de corazón, testifiquemos así que tenemos un Dios vivo. ¡Cuán grato es depositar nuestros cuidados en las manos de un Dios tierno, que vela por ti y por mí! Y poder decir antes de acostarnos: “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado” (Sal. 4:8).

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