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sábado, 7 de febrero de 2015

Matutina de Adultos: Febrero 7, 2015

La palabra del Señor permanece para siempre


«Toda carne es como hierba y toda la gloria del hombre como flor de la hierba; la hierba se seca y la flor se cae, mas la palabra del Señor permanece para siempre». (1 Pedro 1: 24-25)

 

Cuando visité por primera vez las tierras bíblicas, fue una experiencia inolvidable. Recuerdo nuestra visita al Museo del Libro de Jerusalén, donde se exhibían los famosos manuscritos del Mar Muerto. Mientras los observaba con enorme emoción, me preguntaba ¿cómo se descubrieron? ¿A quiénes pertenecieron? ¿Cuál era su antigüedad? ¿Cuál fue su aportación a los estudios de las Sagradas Escrituras?

En 1947, cuando los ataques de los eruditos de la alta crítica ponían en tela de juicio la autenticidad de muchos libros de la Biblia, Mahoma Dib y Ahmed Mahoma –dos beduinos que buscaban una cabra perdida por la rocosa ribera occidental del Mar Muerto- Se toparon con una cueva donde encontraron ocho jarras de cerámica. En una de ellas se guardaba un rollo grande y dos pequeños. Emocionados por el hallazgo, los llevaron al campamento. En días sucesivos siguieron visitando la cueva y encontraron nuevos fragmentos de otros rollos que vendieron a un anticuario de Belén. Los siete rollos encontrados en la primera cueva fueron Isaías (completo), Isaías (fragmentario), Comentario a Habacuc, La regla de la comunidad Apócrifo del Génesis, La guerra de los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas e Himnos. Después de muchas peripecias, cuando los manuscritos llegaron a manos de especialistas, se iniciaron excavaciones sistemáticas en la zona y se acreditó que habían pertenecido a los esenios, una comunidad religiosa de Qumrán, y había sido escrito durante el siglo II a.C.

El descubrimiento de los rollos del Mar Muerto atrajo la atención de muchos eruditos y fortaleció la investigación de los textos sagrados. Asimismo, las posteriores versiones de la Biblia tomarían en cuenta varios datos de gran valor lingüístico que preverían una gran ayuda a la ciencia de la interpretación de las Escrituras. Hoy tenemos la certeza de que el texto bíblico es confiable y corresponde al que conocieron los antiguos hebreos. Dios, en su provincia, preservó el texto bíblico de alteraciones durante más de mil años.

Pero hay un Dios en los cielos… cuando se duda de la autenticidad de la Biblia y se le ataca despiadadamente. Sí, el Padre celestial es quien ha inspirado las Escrituras y sabe cómo defenderlas. No hay por qué desconfiar de la Biblia. Y cada vez que se levante ataques contra la autoridad de la Palabra de Dios, el Señor responderá oportunamente para establecer la veracidad de sus dichos.

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