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viernes, 20 de febrero de 2015

Matutina de Adultos: Febrero 20, 2015

Creación de los peces Los reptiles y las aves


«Dijo Dios: “Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en el firmamento de los cielos”. Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su especie, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. Y los bendijo Dios, diciendo: “Fructificad y multiplicaos, Llenad las aguas en los mares y multiplíquense las aves en la tierra”. Y fue la tarde y la mañana del quinto día». (Génesis 1: 20-23)



El quinto día de la Creación es el turno de la fauna marina. En realidad, hay quien asegura que en el fondo del mar están los paisajes más atractivos de este mundo, incluyendo por supuesto a los seres vivos. En hebreo, la expresión “seres vivientes” significa literalmente ‘almas vivientes’, como en Génesis 2: 7, cuando se presenta la creación del hombre. El alma viviente de los animales, como la de los seres humanos, no es un componente constitutivo de la naturaleza de los seres vivos, sino una resultante de insuflar a un organismo físico el soplo de la vida que solo Dios puede dar. Es algo común a todos los seres vivos aunque tiene manifestaciones muy diversas desde los animales más inferiores hasta el hombre. Así por ejemplo, en el ser humano, el alma viviente tiene una dimensión vital única que es la vida intelectual y espiritual.

            El quinto día apareció en esta tierra el misterio de la vida sensible, de la vida en movimiento, de la vida especializada y adaptada a un biotipo, una pincelada de forma nuevas y de color. Elena White declara una de las grandes verdades sobre la Creación. «Al principio, Dios se revelaba en todas las obras de la creación. Fue Cristo quien extendió los cielos y echó los cimientos de la tierra. Fue su mano lo que colgó los mundos en el espacio, y modeló las flores del campo. Él “asienta las montañas con su fortaleza”, “suyo es el mar, pues que él lo hizo”. Fue él quien llenó la tierra de hermosura y el aire con cantos. Y sobre todas las cosas de la tierra, del aire y el cielo, escribió el mensaje del amor del Padre» (El Deseado de todas las gentes, pag. 11).

            Una vez más, la creación no recuerda que cada uno de los seres vivos –con la notable excepción del ser humano- vive para dar: «El océano, origen de todos nuestros manantiales y fuentes, recibe las corrientes de todas las tierras, pero recibe para dar» (ibíd).

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