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miércoles, 18 de febrero de 2015

Matutina de Adultos: Febrero 18, 2015

La tierra, el mar y las plantas


«Después dijo Dios: “Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol que dé frutos según su especie, cuya semilla esté en él, sobre la tierra”. Y fue así». (Génesis 1: 11)



Resumiendo hasta aquí la actividad creadora de Dios, comprobamos que el primer día dio nacimiento a la luz vivificante por medio de la separación de la luz y las tinieblas; el segundo, a la atmósfera respirable por medio de la separación de las aguas de arriba y de las aguas de abajo; en el tercero vemos aparecer el suelo habitable por medio de la separación del agua y la tierra. El relato presupone que la tierra ya existía y que, al juntarse las aguas, la dejó aparecer (Salmo 104: 6-8). La formación de los continentes llena la primera parte del tercer día; la creación de las plantas, que los cubren como un manto, llena la segunda. Este es el punto culminante de la primera parte de la semana de la Creación: para esto servían las obras precedentes, ya que la fuerza orgánica de los vegetales está por encima de la materia bruta.

La aparición de ese primer ser vivo organizado es atribuida al poder divino: «Dios dijo», pero también a la tierra, de la que Dios se sirve para producir las plantas: «Produzca la tierra». Dios muestra de este modo que ha dotado a la naturaleza de una fuerza propia que le pertenece, y que es como un precursor de la libertad otorgada, más tarde, al hombre. El suelo cultivable era bueno como condición para la existencia de las plantas y estas eran buenas como condición de toda vida animal posible, porque las plantas extraen del suelo las materias inorgánicas transformándolas en orgánicas. ¡Cuántas maravillas prodigiosas en la organización de la vida en el planeta!

La Biblia también se refiere al bendito don de la fecundidad. «Produzca la tierra»: Dios ha concedido a los seres vivos el don de la reproducción para que continúen y completen la obra del Creador. Pero la fecundidad no es una fuerza divina a la que rendir culto, como creían los antiguos; en el relato de la Creación, es una bendición, como tantas otras, otorgada por la providencia de Dios.

Así como la tierra produce, los seres humanos estamos llamados a ser productivos en los diferentes ámbitos de nuestra vida.

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