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domingo, 1 de febrero de 2015

Matutina de Adultos: Febrero 1, 2015

¿Entiendes lo que lees?


«Acudiendo Felipe, lo oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: “Pero ¿entiendes lo que lees?”». (Hecho 8: 30)

 

El eunuco era un oficial de la reina Candace de Etiopía. Había ido a Jerusalén a adorar en el templo, lo que hace suponer que se trataba de un prosélito judío. Un ángel del Señor pidió a Felipe que se encontrara con él en el camino. Felipe escuchó lo que estaba leyendo y le preguntó: «¿Entiendes lo que lees?».

En otro relato, el de los caminantes de Emaús, Jesús les reprendió por no haber asociado los luctuosos hechos de aquel viernes con las predicciones proféticas y luego les citó las Escrituras: «Comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían» (Lucas 24: 27). La traducción más correcta sería: les interpretaba (del verbo diermeneuo) de donde viene el término hermenéutica o ciencia de la interpretación de las Escrituras.

La lectura atenta de estos pasajes nos sugiere algunas preguntas: ¿Es necesaria realmente una hermenéutica de las Escrituras tratándose de una revelación divina? ¿Podemos acceder todos a un conocimiento suficiente de la Biblia o es privativo de unos pocos intérpretes de los cuales dependemos para saber lo que dicen? ¿Qué método de interpretación usó Jesús en su explicación a los discípulos de Emaús?

Aunque sea una revelación divina, la Biblia requiere una técnica interpretativa porque es la obra literaria de unos escritores inspirados que usaron diferentes lenguas, vivieron en distintas épocas con diferentes culturas y emplearon diversos géneros literarios. Dios nos ha prometido la asistencia del “Espíritu que inspiró a los profetas en la recepción y redacción de las Escrituras, interviene después en la interpretación de los creyentes. A esto le llaman los teólogos el testimonio interior del Espíritu Santo, que ilumina al creyente posibilitando el principio del libre examen, frente al magisterio infalible de los católicos, que limita la interpretación solo a los obispos. Y mientras el libre examen debe conducir a los creyentes al consenso u opinión común, el magisterio infalible establece la potestad doctrinal otorgada únicamente al papa y los obispos.

Pero el libre examen no significa la libre interpretación. El creyente debe mantener una disposición abierta a la iluminación del Espíritu, seguir el principio interpretativo de Jesús: la Escritura se interpreta a través de la Escritura. Cualquier sistema de interpretación deberá tener en cuenta este principio.

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