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martes, 20 de enero de 2015

Matutina de Menores: Enero 20, 2015

Tocar una cicatriz


Experimenta: ¿Tienes alguna cicatriz?

Si tu respuesta es no, me encantaría conocerte para saber cómo has hecho para no tener alguna. Yo tengo varias, por diversos moti­vos.

Una cicatriz es el parche que nuestro cuerpo forma encima del lu­gar donde la piel recibió un corte o se desgarró, es decir, una herida. Si tienes alguna cicatriz, tócala con cuidado y nota que se siente y ve diferente del resto de la piel. Su color es rosado claro, se siente lisa y suave al tocarla. Se debe a que el tejido de una cicatriz no es piel, más bien se asemeja al que forma nuestros músculos.

Jesús también tiene cicatrices en sus manos, pies, el costado y la cabeza. Pero las suyas son muy especiales, Son el parche que su cuerpo hizo encima de las heridas que le causaron los clavos, la lanza del soldado romano y la corona de espinas, el día que fue crucificado por ti y por mí. No tenía que dejar que le hicieran esas heridas, mucho menos debió dejar que lo crucificaran. ¡Él no lo merecía! No debería tener cicatrices. Aceptó las heridas y la cruz por amor. Sabía que era necesario morir en esas condiciones para que nosotros fuéra­mos salvos por la eternidad.

Las cicatrices pueden tratarse con algunos procedimientos espe­ciales para disminuir su apariencia, pero nunca desaparecerán. Siem­pre estarán ahí, para contar alguna historia, algo que nos ocurrió. Lo mismo pasa con las cicatrices de Jesús. Estarán en sus manos y sus pies por la eternidad para contar cuantas veces sea necesario la his­toria de cómo nos amó, perdonó y salvó.

¿Quisieras tocar las cicatrices de Jesús cuando lleguemos al cielo?

Jesús entró, se puso en medio de ellos y los saludó, diciendo: “¡Paz a ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Mete aquí tu dedo, y mira mis manos; y trae tu mano y métela en mi costado. No seas incrédulo; ¡cree!”» (Juan 20:26,27)

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