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miércoles, 21 de enero de 2015

Matutina de Jóvenes: Enero 21, 2015

Cuando Dios tiene un propósito


Yo soy Jehová tu sanador. Exodo 15:26.



Juan fue un pastor cristiano de una vida espiritual y misionera vigorosa. Sin embargo, al promediar los sesenta años, contrajo una enfermedad que lo llevó a tener que internarse en una clínica perteneciente a nuestra iglesia. Allí, los médicos, luego de infructuosos esfuerzos por tratar su enfermedad, le anunciaron que debía prepararse para enfrentar la muerte. Grandemente debilitado, Juan recibió la noticia, y se dispuso a entregar su vida a Dios. No obstante, una noche, mientras estaba solo en su cuarto, con las últimas fuerzas que le quedaban, se arrodilló junto a su cama y elevó una ferviente plegaria diciéndole a Dios que estaba dispuesto a pasar al descanso, si esa era su voluntad para su vida, pero que si el Creador creía que todavía debía seguir cumpliendo una misión especial, le devolviera la salud.

Relataba Juan que, luego de orar, repentinamente sintió como una especie de corriente eléctrica que sacudió su cuerpo desde la coronilla hasta la punta de los pies. Luego de eso, volvió a su cama, y durmió plácidamente esa noche. Al despertar, se sintió con un tremendo vigor, como no lo había experimentado desde hacía mucho tiempo. Llamó a los médicos. Estos volvieron a hacerle estudios, y encontraron que su enfermedad había desaparecido, literalmente, “de la noche a la mañana”.

Luego de este episodio, Juan, con perfecta salud y fortaleza, para sus años, siguió sirviendo a Dios hasta su fallecimiento, que ocurrió más allá de los noventa años. Su vida y su predicación fueron una inspiración para los que tuvimos el privilegio de conocerlo personalmente.

Es cierto que no siempre, cuando pedimos salud para un ser querido, Dios realiza los milagros que quisiéramos ver. Muchas veces, con dolor, a pesar de haber orado intensamente y con angustia, tenemos que depositar a nuestros amados en la tumba… y nos parece que Dios no escucha o, lo que es peor, que no existe.

Sin embargo, casos como los de Graciela y Juan nos dan evidencias de que Dios sigue vivo y actuando en los asuntos humanos. Nuestra fe debe concentrarse en lo que entendemos y en las evidencias de la presencia de Dios en nuestra vida, en vez de albergar dudas por lo que no entendemos o no podemos ver.

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