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martes, 6 de enero de 2015

Matutina de Adultos: Enero 6, 2015

Pero hay un Dios en los Cielos


“El misterio que el rey demanda, ni sabios ni astrólogos, ni magos ni adivinos lo pueden revelar al rey. Pero hay un Dios en los cielos que revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los últimos días”. (Daniel 2:27-28)



En cierta ocasión, viví la incertidumbre de no comprender plenamente las circunstancias que la providencia divina estaba permitiendo en mi vida.

Aunque llevaba mi perplejidad en silencio y no era ostensible mi lucha interna, la verdad es que, en mi diálogo con Dios, me estaba identificando, sin percatarme de ello, con la pertinaz resistencia de Moisés a aquella extraña orden del señor: “¡No pasarás este Jordán!” (Deuteronomio 3:25-27). Pero yo sabía que para un ministro no hay circunstancias buenas o malas, no hay azar, no hay buena o mala suerte, porque su vida está en las manos de aquel a quien sirve, que ordena sus pasos, traza su camino y controla su presente y su futuro. Por ello, preparé un sermón, no para presentarlo en un púlpito, no para mis hermanos, sino para mí mismo. No te extrañe que, en la práctica homotética, los mejores sermones sean, a veces, aquellos que el predicador prepara para sí mismo. Así nació en mi repertorio de predicaciones “Pero hay un Dios en los cielos” (Daniel 2:28).

            Esta corta frase es la síntesis del mensaje implícito de todo el libro de Daniel, una de las esencias de la experiencia del creyente y una oportuna respuesta a mi incertidumbre. El análisis gramatical de la frase revela que hay dos oraciones coordinadas por la conjunción adversativa pero. En la oración principal podemos poner cualquier circunstancia, eventualidad o tragedia de la vida o de la historia, con sus presagos –buenos o malos- y su componente de angustia, impotencia, inseguridad e incluso de orgullo, vanidad o autosuficiencia. El nexo o conjunción adversativa pero expresa, en este caso, contraposición a lo que dice la oración principal, indicando que la segunda oración. “hay un Dios en los cielos”, a la que está unida, impide, contrarresta o atenúa lo dicho por la oración principal: sí, es verdad, esto que me está ocurriendo es terrible, incomprensible, irreparable, parece no tener remedio… pero hay un Dios en los cielos. La segunda parte de la frase, la oración unida a la principal por la conjunción pero, es Dios y su providencia. En solo una frase se resume el mensaje esperanzador del libro de Daniel.

            Vive con la seguridad de que hay un Dios en los cielos… para disipar tus dudas, angustias y perplejidades.

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