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sábado, 17 de enero de 2015

Matutina de Adultos: Enero 17, 2015

No te tengas por sabio


«Unánimes entre vosotros; no seáis altivos, sino asociados con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión». (Romanos 12:16)

 

Las controversias religiosas suelen ser encendidas, posiblemente porque están en juego cuestiones trascendentales de las que depende, muchas veces, la compresión de la verdad. Pablo lo sabía por propia experiencia y, aunque trataba de combatir los artificios de error refiriéndose a la verdad en un espíritu de amor (Efesios 4:15), no le tembló la mano al denunciar los cambios doctrinales de los gálatas o los errores de los falsos maestros judaizantes (Gálatas 3:1; 2 Corintios 2:17). Estas polémicas, tristemente, han sido a lo largo de la historia causa y el error han permitido desenmascarar doctrinas falsas que nada tenía que ver con la sana doctrina, al denunciar interpretaciones fantasiosas de la Escritura e identificar las apostasías, muchas veces, la herejía y el error se han enfrentado no solamente a la verdad, si no también a la soberbia y el orgullo espiritual manifestados por los representantes de la ortodoxia. Por eso Pablo recomienda a los romanos: «Unánimes entre vosotros; no seáis altivos, sino asociados con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión».

                Jamás hemos de olvidar que solo Dios está en posesión de la verdad plena porque él es la verdad, los hombres buscamos la verdad pero no la poseemos, ella nos posee por la gracia de Dios, mediante su Palabra y la obra del Espíritu Santo; que en toda controversia o polémica de la naturaleza que sea, debemos buscar dar gloria a Dios y no a nosotros mismos; que la arrogancia y la altivez no son patrimonios de la verdad porque los que son de la verdad y poseen la sabiduría que precede de Dios «llevan ante todo una vida pura; y además son pacíficos, bondadosos y dóciles. Son también compasivos, imparciales y sinceros, y hacen el bien» (Santiago 3:17, DHH).

                Pero hay un Dios en los cielos… cuando me obstino en hacer valer mi opinión en una polémica en la que hay confrontación de pareceres; cuando me siento superior; cuando creo ser el único que tiene razón; cuando trato de hacer prevalecer mi criterio; cuando lo que busco es enaltecer mi propia gloria; cuando dudo de la honestidad y sinceridad de los oponentes; cuando, sin darme cuenta, estoy actuando como un gran orgullo o egoísta y me he convertido en un obstáculo insalvable para el consenso y la unidad.

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