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domingo, 21 de diciembre de 2014

Matutina de Menores: Diciembre 21, 2014

El espíritu de la dadivosidad


«El pago que da el pecado es la muerte, pero el don de Dios es vida eterna en unión con Cristo Jesús, nuestro Señor» (Romanos 6: 23)



«¿Por qué gastaste tu dinero en un tazón para bigotes? —Mel preguntó a Miguelito, su hijo de siete años—. ¡Ni siquiera tengo bigotes!» El niño se dio vuelta con los ojos llenos de lágrimas. No sabía que el tazón tuviera algo que ver con el bigote, solo pensaba que el viejo de cara cómica del tazón haría sonreír a su padre. Y Miguelito estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por una sonrisa de su papá.

La mamá de Micky frunció el ceño y abrió sus brazos para consolar al niño. Horrorizada, yo observaba cómo Mel desenvolvía cada uno de sus regalos y los encontraba todos inútiles La corbata que le había dado su esposa era de un color equivocado. Él no necesitaba la bata que le había dado su madre porque la que tenía todavía estaba en buenas condiciones. Era alérgico a la colonia; el nuevo suéter no le quedaba bien; y la camisa blanca no tenía botón en el cuello. No recuerdo qué dijo acerca del libro que yo le di, porque hacía rato yo había dejado de prestar atención. No quería que arruinara mi Navidad.

Más tarde, tras haber calmado mi enojo, me di cuenta de que no solamente sentía pena por Micky, sino también por su padre. ¡Pobre Mel! Nunca tendrá un regalo que le guste Hay mucha gente como Mel. Cuando Jesús promete el regalo de la vida eterna para todos los que le aman, Mel y otros como él encuentran problemas. Quieren la vida eterna, pero sin compromisos. Quieren vivir una vida egoísta, llena de pecados, y que Dios les otorgue el regalo de la vida eterna para poder seguir pecando para siempre. Por supuesto que estoy orando para que Mel entregue su corazón a Jesús y encuentre el contentamiento que necesita, pero también me alegra que en el cielo no habrá personas egoístas, avaras, llenas de odio, quejosas, crueles…

Estoy contenta porque Jesús puede cambiar corazones egoístas en generosos; avaros en dadivosos; quejosos en agradecidos; y desconfiados en confiados. Estoy feliz porque Dios me puede cambiar a mí, que también soy pecadora.

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