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domingo, 21 de diciembre de 2014

Matutina de la Mujer: Diciembre 21, 2014

El libro más valioso


“Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos”. Jeremías 15:16



Esa mañana Luciana salió para su trabajo más temprano que de costumbre, cargando su bolso. La atmósfera era primaveral y su corazón rebosaba de gratitud a Dios.

Había dado unos pocos pasos cuando, antes de que pudiera notario, oyó que detrás de ella se acercaba un grupo de jóvenes. Por las cosas que gritaban se dio cuenta de que sus intenciones no eran, para nada, pacíficas. Su angustiosa sorpresa se transformó en terror cuando vio aparecer, por la misma vereda y en dirección contraria a la suya, a un hombre joven, con la cara cubierta, que llevaba una navaja en la mano derecha.

En ese momento Luciana apenas atinó a mirarlo brevemente tratando de no perder su serenidad e imploró la protección de Dios. Cuando el hombre de la navaja llegó frente a ella, le dijo con voz amenazadora: “Dame todo lo que tengas de valor”.

Como si hubiese estado preparada, Luciana metió la mano en su bolso y sacó su Biblia. Ante el asombro de todos, la puso en las manos del hombre y siguió rápidamente su camino sin que nadie la atacara. Ella se alejó agradeciendo a Dios por su protección. Y no supo nada más acerca del hombre que recibió su Biblia.

Pasó el tiempo y ya el mal momento se iba desdibujando de la memoria de Luciana. Un día, en un congreso de jóvenes, un hombre joven pasó al frente para dar su testimonio de cómo había conocido a Jesús. Relató que había llevado una vida delictiva y peligrosa participando en robos y asaltos, hasta que asaltó a una se¬ñorita, exigiéndole que le entregara todo lo que tenía de valor, esta lo dejó perplejo porque sacó una Biblia de su bolso y se la entregó sin gritar ni decide una sola palabra. Fue tal la sorpresa que no supo reaccionar enseguida. Se quedó con la Biblia en la mano y por curiosidad se puso a leerla. El Espíritu Santo tocó su corazón y tiempo después se entregó a Jesús.

Dios puede usar su Palabra de muchas maneras, siempre que nosotros le permitamos que nos use como sus instrumentos. Esto está garantizado por el que vigila cada uno de nuestros pasos.

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