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viernes, 5 de diciembre de 2014

Matutina de Adultos: Diciembre 5, 2014

Dios todavía sigue liderando -1


Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas, Jehová solo le guió, y con él no hubo dios extraño. Deuteronomio 32:11, 12.



La conducción de Dios.

A veces, pensamos que eso es historia antigua. No es así. Una de las interesantes historias de la conducción divina en el adventismo de comienzos del siglo XX tiene que ver con el restablecimiento de la rama médica de la iglesia después de la pérdida del Sanatorio de Battle Creek y del Colegio Médico Misionero Norteamericano, en manos de Kellogg. Aun antes de esa pérdida, ya en el verano de 1902, Elena de White impulsaba la necesidad de un centro médico de extensión en California. El 5 de septiembre escribió al presidente de la Asociación General que “constantemente el Señor pone delante de mí el sur de California como un lugar donde debemos establecer instituciones médicas. Cada año, esta región es visitada por muchos miles de turistas. Deben establecerse sanatorios en este sector del Estado” (Carta 138, 1902).

Tres semanas después, escribió que “durante meses el Señor me ha dado instrucciones de que él está preparando el camino para que nuestro pueblo logre la posesión, a bajo costo, de propiedades en las que hay edificios que pueden utilizarse en nuestra obra” (Carta 153, 1902).

La señora de White no tenía dudas en cuanto a que el adventismo necesitaba “sanatorios más pequeños en muchos lugares”, para “alcanzar a las multitudes de inválidos que acuden a los centros de salud del Sur de California”. Después de todo, “nuestros sanatorios se deben establecer con un solo objetivo: el progreso de la verdad presente” (TI 7: 98, 97).

Esas eran buenas ideas. Pero ¿de dónde saldría el dinero para concretarlas? La iglesia, en parte debido a la rápida expansión en el ámbito mundial en la década anterior, estaba al borde de la quiebra. Había terminado 1900 con solo 32,93 dólares en la tesorería de la Asociación General. Más allá de eso, incluso los 32,93 dólares representaban dinero prestado. Durante varios años, la Asociación General había existido sobre la base de un programa apenas suficiente para las necesidades diarias de los gastos deficitarios. Y eso fue justo antes de los incendios que redujeron a cenizas las instituciones de Battle Creek.

Así que, ¿de dónde iba a salir el dinero, en aquel período de bancarrota casi total y de reconstrucción?

Aquí se plantea un interrogante de primer grado, que ni siquiera tenía una respuesta de cuarto grado. Sin la dirección de Dios, no existiría esa nueva generación de sanatorios que entusiasmaba a Elena de White.

Pero, él puede realizar lo que es humanamente imposible.

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