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martes, 23 de diciembre de 2014

Matutina de Adultos: Diciembre 23, 2014

El porqué del éxito -2


[El reino de Dios] es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; pero después de sembrado, crece […] y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra. Marcos 4:31, 32.



Un factor que hace que un movimiento tenga éxito es que tenga sentido tanto para los que están adentro como para los que están afuera de sus límites.

Este es un tema en el que tienen problemas algunos grupos milenialistas. Al fin y al cabo, los movimientos apocalípticos tienden a atraer a dos tipos de personalidad. Por un lado, tenemos el racionalismo, que desempaqueta las profecías bíblicas y desarrolla el esquema de los acontecimientos apocalípticos. Del otro, se congregan los tipos emocionales, que son atraídos por la agitación de la expectativa apocalíptica y que, a menudo, se sumergen en un extremismo fanático e irracional.

Un movimiento se desintegra cuando las fuerzas racionales no son lo suficientemente fuertes como para contener a las fuerzas del irracionalismo y del emocionalismo. Fue en este lugar que el ala espiritualizadora del adventismo quedó en la nada. Por decirlo de algún modo, una vez que los fanáticos y los “chiflados” se hacen cargo, el movimiento se sale de control y pierde el rumbo.

Una de las fortalezas del millerismo era el desarrollo racional de su doctrina central. Ese elemento atraía a los creyentes a su causa por su misma lógica. Sin embargo, el millerismo, en el mejor de los casos, también daba lugar al emocionalismo religioso; pero ese emocionalismo, idealmente, ocurría dentro de los límites de una perspectiva racional de vida. La combinación daba vitalidad y estabilidad al movimiento, e intensificaba su atractivo.

El adventismo del séptimo día ha participado del mismo equilibrio, aunque a veces pareciera desviarse demasiado hacia el polo puramente racional. Tanto el millerismo como el adventismo del séptimo día, por supuesto, han tenido sus elementos alborotadores y fanáticos, pero la estabilidad de su éxito puede atribuirse, en gran medida, a su capacidad de apelar al elemento racional en las personas. De modo que han apuntado a convertir personas a la “verdad”.

Y tengo que admitir que, como adulto convertido de un agnosticismo razonado al adventismo del séptimo día, una cosa que me atrajo enormemente del mensaje adventista fue que tenía sentido en un mundo confuso. Con 19 años, descubrí que la lógica y la coherencia de las principales enseñanzas de la iglesia eran irresistibles. No solo tenían sentido, sino también se mantenían unidas como un paquete: un paquete de esperanza en un Dios de amor, que pondrá fin a la confusión del pecado de un modo que esté en armonía con su carácter.

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