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martes, 23 de diciembre de 2014

Matutina de la Mujer: Diciembre 23, 2014

Alas para este día


“Y dije: ¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría. Ciertamente huiría lejos; Moraría en el desierto. Selah Me apresuraría a escapar Del viento borrascoso, de la tempestad”. Salmo 55:6-8.



Era la víspera de Navidad, Silvia Shappe conducía sola por los helados caminas de Wisconsin, Estados Unidos. Su corazón estaba tan congelado como los -15°C que había afuera de su automóvil.

Era su segunda Navidad a cientos de kilómetros de su familia. En su hogar solo un gato aguardaba su regreso. Engañada y robada por una falsa amiga se había mudado, y ahora se sentía muy sola.

Silvia era positiva por naturaleza. A los 19 años los médicos le habían pronosticado que no volvería a caminar, ¡y volvió a caminar durante veinte años más! No obstante, su cojera se había agravado y era imposible mantenerse en pie. Las boletas impagas se amontonaban, el viejo auto necesitaba mantenimiento y la soledad del divorcio la consumía… ¿Existía Dios todavía?

De pronto, un golpe seco seguido por el ruido de vidrios astillados y varias plumas blancas sacaron a Silvia de sus elucubraciones. “¡Me ‘tragué’ una gaviota!” murmuró.

En el primer desvío detuvo su viejo Buick, pero… no podía levantarse. Delante de ella paró un automóvil. El conductor bajó, se aproximó al auto de Silvia y le extendió un papel y un lápiz. En el papel se leía: “¿Puedo ayudada?”. Silvia tomó el papel y escribió: “No puedo caminar. Mire el asiento trasero”.

El hombre tomó la asustada gaviota, la destrabó cuidadosamente de la silla de ruedas, que estaba en la parte posterior, y la soltó. El ave dio algunas vueltas para orientare, abrió SUS grandes alas, y enfiló en línea recta hacia un lago cercano hasta desaparecer en la oscuridad. El hombre se acercó y con mucha dificultad balbuceó: ¡Happy Christmas!” y cada uno siguió su camino.

Un canto de gozo brotó del destrozado corazón de Silvia. Su espíritu, como las alas de la gaviota, se elevó a las alturas donde no hay discapacidades ni amigos que traicionan. Allá estaba Jesús que, por amor, hace dos mil años pagó nuestras miserias para que nosotros, atrapados por el pecado como la gaviota, abriéramos las alas de la esperanza y voláramos a nuestro destino eterno.

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