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domingo, 30 de noviembre de 2014

Matutina de Jóvenes: Noviembre 30, 2014

El hijo de la viuda de Naín


Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: “No llores”. Entonces se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: “Joven, ¡te ordeno que te levantes!”. Lucas 7:13, 14.



¿Escuchas la dulce voz de Jesús diciéndole a la pobre viuda que no llore? ¿Consigues escuchar la suave voz de Jesús, diciéndole a la madre que no llore sobre el féretro de su único hijo? ¿Cómo no llorar, cuando se siente tanto dolor? ¿Cómo no llorar, si perdimos lo que amamos y el vacío es tan grande? “No llores”, es el consejo de Jesús. Parece no tener sentido.

Pero Jesús ordena al joven que se levante. Con poder y autoridad vence a la muerte. Victoria absoluta. Victoria indiscutible. Victoria eterna.

Naín es una aldea que no aparece en ningún mapa. Los arqueólogos calculan que estaba en algún punto perdido del interior de Galilea, a ocho kilómetros al sur de Nazaret. ¿Quién está allá, para testificar del mayor milagro realizado por Jesús hasta ese momento? Nadie. Un grupo de personas de la ciudad, sin contacto con la elite de Jerusalén; y los discípulos de Jesús, un grupo bastante comprometido con el trabajo de su Maestro. Por más que la información llegue a la capital, será desdeñada por las autoridades –cívicas y religiosas–, porque no es creíble.

El segundo momento en el que Jesús vence a la muerte será con la hija de Jairo. Sucedió más cerca de Jerusalén. Hay testigos que son confiables. Pero Cristo mismo dijo que ella no había muerto, por lo que los dirigentes de Jerusalén no necesitan creer.

El tercer encuentro con la muerte se dio con Lázaro. Fue tan cerca de Jerusalén, tan evidente y tan conocido entre todos los del pueblo que no quedaron dudas. Pero los dirigentes religiosos no querían creer; por eso, comenzaron a planificar cómo matarlo.

El último encuentro que tuvo Jesús con la muerte fue en el Calvario. Los dirigentes del pueblo, y quien en última instancia los impulsaba, estaban seguros de que habían conseguido derrotarlo. ¡Tremendo error! Cristo tiene poder sobre la muerte en todos los lugares, en todas las circunstancias, en todos los momentos. ¡Nunca podrá derrotarlo!

¿Entiendes por qué Jesús puede decir a la pobre madre: “No llores”? A ti te dice lo mismo.

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