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sábado, 29 de noviembre de 2014

Matutina de Jóvenes: Noviembre 29, 2014

El ciego de Betsaida


Entonces le puso de nuevo las manos sobre los ojos, y el ciego fue curado: recobró la vista y comenzó a ver todo con claridad. Marcos 8:25.



Marcos relata el episodio de la curación de este ciego con algunos detalles que son interesantes, y en los que vale la pena detenerse para meditar.

Jesús y los discípulos llegan a la región de Betsaida, y las personas del lugar le traen a un ciego para que lo cure.

La fe es de la gente, no del enfermo; pero el milagro tenía que ser realizado en el ciego, no en la gente. Jesús lo saca de en medio del grupo y lo lleva fuera de la ciudad.

Cuando tú estás necesitando que Cristo te hable, es posible que el primer encuentro sea en un lugar público: en una iglesia, una clase, un culto… pero el milagro lo realizará en la intimidad de tu vida.

El ciego –que quizá ni era de la ciudad– sale con la única y exclusiva compañía de Jesús. ¿Ves? Hay un momento en tu vida en el que el único punto de apoyo real y concreto será el brazo todopoderoso de Cristo. Como tú eres ciego espiritual, no estás en condiciones de discutir ni de decidir hacia dónde quieres ir; solo puedes dejar que él te guíe a donde quiera. Puedes quedarte tranquilo, siempre será para tu bien.

Al ciego, una vez solos, le escupe sobre los ojos y le pregunta –sorpresivamente– si puede ver. Jesús nunca hizo esa pregunta a ninguno de los otros ciegos que curó; y no fueron pocos; él simplemente los tocaba o les decía que estaban curados, y ellos quedaban curados. No había etapas de curación. No había dudas ni consultas. En este caso, pregunta. ¿Por qué?

Su conducta debió tener algún motivo. Observa nuevamente. El ciego es llevado a un lugar diferente, para que alguien que él no conoce lo cure. En su oscuridad (física y espiritual) él no cree. Cristo hubiera podido sanarlo de una vez, pero prefiere alimentar su fe demostrándole que él podía hacerlo recuperar la vista.

Así, le dio una pequeña prueba para que el milagro llegase en el momento exacto, en el momento en el que estaba en plenas condiciones y esperando recibirlo.

Deja que Jesús complete el milagro en ti.

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