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sábado, 29 de noviembre de 2014

Matutina de Adultos: Noviembre 29, 2014

Repensar la organización de la iglesia -7: El Congreso de la Asociación General de 1903


¿De dónde surgen las guerras y los conflictos entre ustedes? Santiago 4:1, NVI.



¡Excelente pregunta!

La respuesta es la naturaleza humana universalmente pervertida. Queremos salirnos con la nuestra. Queremos proteger territorio.

Así son las personas en todas partes, tanto en sus familias como en su vida profesional. En la iglesia, puede surgir una disensión así cuando la “misión” personal suplanta la misión evangélica ordenada por Dios.

Hubo dos problemas estructurales que siguieron después de las reuniones de 1901. El primero fue que la poderosa rama médica, bajo el control del Dr. John Harvey Kellogg, todavía estaba afuera del sistema departamental. El segundo era el tema de la presidencia.

Para 1902, había surgido una importante lucha de poder entre A. G. Daniells, el “director” de la comisión ejecutiva de la Asociación General, y Kellogg. Surgió a raíz del hecho de que Daniells exigía responsabilidad fiscal, mientras que el médico tenía planes de gastos ilimitados, mientras acrecentaba su imperio médico.

La solución a la dificultad parecía ser clara para Kellogg, que controlaba un tercio de los votos en la comisión ejecutiva y tenía influencia sobre los demás: deshacerse de Daniells y reemplazarlo por A. T. Jones, que estaba a favor del punto de vista de Kellogg.

Los sonidos atronadores de la lucha sacudieron a la iglesia en noviembre de 1902. El problema: quién controlaría la iglesia y por qué razones. Podemos estar agradecidos porque Daniells ganó la batalla, que determinó el propósito del adventismo en el siglo XX.

Mientras tanto, al descubrir que con propósitos legales era casi una necesidad, Daniells había vuelto a usar el título de “presidente”.

Esas fueron las luchas que sentaron las bases del Congreso de la Asociación General de 1903. Esas reuniones convirtieron el programa médico en un departamento de la iglesia, restablecieron la presidencia y prepararon el escenario para el cisma.

Con mucha frecuencia en la historia de la iglesia, la misión se transforma en “yo y mi programa”. Esa es la muerte de la paz y de la espiritualidad. El diablo siempre está cerca para alentarnos a impulsar nuestras agendas individuales. Todos nos vemos tentados a ser esenciales, a sentarnos en nuestro “tronito”.

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