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lunes, 10 de noviembre de 2014

Matutina de Adultos: Noviembre 10, 2014

El Advenimiento en marcha -6: Rhodesia


Por toda la tierra ha salido la voz de ellos, y hasta los fines de la tierra sus palabras. Romanos 10:18.



Una cosa era comenzar una misión entre los inmigrantes europeos de Sudáfrica, y otra totalmente diferente era proclamar el mensaje adventista a los pueblos autóctonos de Rhodesia (ahora Zimbabwe).

En 1894, la Asociación General, a instancias de la familia Wessels, decidió intentar conseguir un puesto misionero en Matabeleland, en el territorio norte de Sudáfrica. Esto fue justo después de que los británicos habían aplastado a la poderosa tribu Matabele.

Llamada Rhodesia en honor a Cecil Rhodes, que extendió su influencia y fue primer ministro de Cabo Colonia en Sudáfrica, era una tierra libre de influencias europeas. A. T. Robinson y Pieter Wessels recibieron un sobre sellado, después de concluir lo que temían que fuese una reunión bastante insatisfactoria con Rhodes. Los adventistas estaban más que sorprendidos al descubrir que la carta les otorgaba más de 4.850 hectáreas cerca de la ciudad de Bulawayo.

Obtener la donación, en realidad, había sido la parte fácil en la creación de lo que se convertiría en la Misión de Solusi. Un desafío al proyecto Solusi provenía de los Estados Unidos, donde A. T. Jones encabezó un ataque contra quienes aceptasen favores gubernamentales y, de ese modo, desdibujaran los límites entre la Iglesia y el Estado. Según Jones y los demás editores del Sentinel of Religious Liberty [Centinela de la libertad religiosa], los misioneros se habían “vendido por un plato de lentejas africano”. Si la iglesia era inconsistente, afirmó Jones, ese hecho persuadiría a sus enemigos y debilitaría el argumento adventista en contra de los que cristianizaron los Estados Unidos mediante cosas como la ley dominical. El influyente Jones logró incluso que el Congreso de la Asociación General de 1895 votara rechazar la donación, sobre la base del principio de separación de la Iglesia y el Estado.

Del otro lado de la balanza estaba Elena de White, quien escribió a los dirigentes de la Asociación General desde la remota Australia, recomendando que Jones y otros leyeran el libro de Nehemías. “El Señor”, escribió, “todavía actúa en corazones de reyes y gobernantes en favor de su pueblo, y conviene que los que están tan profundamente interesados en el asunto de la libertad religiosa no rechacen ningún favor, o dejen de aceptar la ayuda que Dios ha inducido a los hombres a dar para el progreso de la causa” (Carta 11, 1895; TM 202).

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