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lunes, 10 de noviembre de 2014

Matutina de la Mujer: Noviembre 10, 2014

Los “yuyos” más caros


“Al trabajo de sus manos has dado bendición”. Job 1:10



Sólo la bendición de Dios enriquece y llena las manos de recursos y buenas obras. Él bendice el trabajo hecho con amor y dedicación y perfecciona la obra de nuestras manos.

Estaba muy atareada organizando un congreso para las damas de la Unión Uruguaya. Era un gran sueño, colmado de desafíos, pero especialmente era un gran sueño para la gloria de Dios. Todos los días presentaba los planes al Señor en oración y le decía que yo deseaba excelencia para su gloria y pondría de mi parte lo mejor que pudiera soñar.

Había contratado a una amiga, conocida como excelente decoradora, pero dos semanas antes del evento me avisó que debía viajar con urgencia a los Estados Unidos. Me desesperé. “¿Qué hago ahora?” me preguntaba una y otra vez. Lo poco que yo sabía hacer no servía para semejante emprendimiento.

Otra amiga, a quien visitaba con frecuencia, me llamó por teléfono preguntándome si necesitaba algo, además de los souvenirs que estaba confeccionando para entregar a las hermanas. Cuando le conté mi problema me dijo: “No te preocupes, estoy estudiando decoración”. Entre las dos armamos los arreglos florales y cuando los llevé al salón vi que eran muy pequeños en relación con el tamaño del ambiente.

Con mi esposo recorrimos desesperados las grandes florerías de la ciudad en busca de follaje para agrandar los ramos, pero no me pudieron vender ni una sola rama verde. Le pedí al Señor que me diera una solución. Inesperadamente, una hermana que vivía a 20 km de Montevideo, me telefoneó para ofrecerme su ayuda, a lo que respondí: “¡Oh, sí, necesito hojas verdes para agrandar los ramos de flores!”. Media hora después se presentó su hija con una bolsa llena de hojas verdes.

Cuando miré las ramas… solo vi yuyos, es decir, malas hierbas. “¡Oh, Señor! —exclamé—. ¿Qué hago con esto?” Hice lo que pude… Cuando comenzaron las reuniones, algunas señoras comentaron el “caro” arreglo floral. Al ver mi cara de sorpresa, me dijeron: “Sí, esas ramas verdes son las más caras del mercado”. “¡Señor, perdona mi ignorancia -me disculpé—, yo solo vi malas hierbas! Alabado seas, Padre, porque estás en todos los detalles y siempre presto a ayudar”.

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