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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Matutina de Menores: Septiembre 17, 2014

Un alce tonto


«Evita el decir cosas falsas; apártate de la mentira» (Proverbios 4: 24).



Aquella noche de otoño, las llamas danzaban de forma extraña en la oscuridad. Josh y Cookie ya se habían cansado de comer malvaviscos.

—Al estar sentado aquí me vienen a la mente los años que pasé trabajando en los ferrocarriles —dijo Cookie—. En muchas ocasiones me sentaba frente al fuego en las noches frías para calentarme las manos.

Cookie relató una historia tras otra, algo que Josh disfrutó. El chico no se perdía ni una sola palabra de los relatos: «Una vez, un alce entró a un túnel y se negaba a salir. Nosotros sabíamos que si el alce se quedaba en el túnel, el tren podría descarrilar, matando al animal y a muchos pasajeros. Un viejo trabajador llamado Jim se ofreció como voluntario para acercarse al alce, contando tan solo con una lámpara y con sus nervios de acero. Mientras el resto de nosotros permanecía afuera, podíamos escuchar cómo se acercaba un tren. Quedamos a la expectativa mientras el tren entraba al túnel, y luego vimos cómo salía. Después que el tren pasó, Jim salió del túnel, arrastrando por una oreja a un muy enojado alce». Josh se reía escuchando a Cookie.

«Aquel alce no era lo suficientemente listo como para darse cuenta de que el viejo Jim intentaba salvarle la vida. Cuando Jim vio que el tren se acercaba, se dio cuenta de que ninguno de los dos podría salir del túnel antes de que el tren los alcanzara».

—¿Qué hizo entonces? —preguntó Josh.
—Empujó al animal contra la pared del túnel. El tren pasó a unas seis pulgadas de Jim. Después de aquel susto, el viejo alce aún no quería salir voluntariamente del túnel.
—¡Qué alce tan testarudo!
—Mucha gente actúa igual, y a veces mueren por su testarudez. Déjame guardar estos malvaviscos — Cookie tomó la bolsa y la llevó a la cocina.

Al día siguiente Josh ayudó a Cookie a desarmar el campamento, y al final se despidió de él: «Gracias por el relato del alce. Entendí el mensaje». Cookie se rió y le dio una palmadita en el hombro: «Oye, ¡ya no creo que seas un alce testarudo!».

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