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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Matutina de Adultos: Septiembre 17, 2014

¿Cómo consideraba Waggoner la salvación? -1


Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2:8, 9.



Lo primero que advertimos en la teología de Waggoner es que los seres humanos no pueden hacer nada para ganar la salvación. “Nuestra salvación”, escribió, “se debe exclusivamente a la infinita misericordia de Dios, por los méritos de Cristo”. Dios “no espera que los pecadores deseen el perdón antes de hacer un esfuerzo por salvarlos”. Eso, sin duda, es una buena noticia. Pero es un evangelio muy alejado de la postura de Urías Smith de que la obediencia lleva a los hombres y las mujeres a Dios. Al contrario, según Waggoner, el Dios de gracia busca al perdido inmerecedor. El Señor toma la iniciativa en la salvación.

Un segundo pilar de la teología de Waggoner es que ninguna persona puede llegar a ser buena por la obediencia a la Ley, porque “la ley no tiene ni una partícula de justicia para ofrecerla a ningún hombre”. Sostenía que “un hombre no puede hacer el bien hasta que primero se haga bueno. Por lo tanto, los actos hechos por una persona pecaminosa no tienen ningún efecto para hacerlo justo; pero, al contrario, como provienen de un corazón malo, son malos, y así añaden a la suma de su pecaminosidad”. Sin embargo, señaló, “los fariseos no se extinguieron; son muchos en nuestros días los que esperan obtener la justificación mediante sus buenas obras”.

Según Waggoner, Dios nunca presentó la Ley como un camino para alcanzar el cielo. Tanto Waggoner como Jones creían que la función de la Ley no era solo “dar a conocer el pecado”, sino “llevar a la gente a Cristo, para que pueda ser justificada por la fe”.

“Dado que los mejores esfuerzos de un hombre pecador”, afirmó, “no tienen ni la más mínima incidencia para producir justicia, es evidente que la única manera de obtenerla es como un regalo”. Nuestros intentos de obtener justicia son como tratar de cubrir nuestra desnudez con “trapos de inmundicia”. Pero, “descubrimos que cuando Cristo nos cubre con el manto de su justicia, no proporciona un manto de pecado, sino que quita el pecado”. De hecho, cuando aceptamos la justicia de Cristo, nuestro “pecado ha sido cancelado”.

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