UN MESÍAS EN EL DESIERTO
«Si entonces alguien les dice a ustedes: “Miren, aquí está el Mesías”, o “Miren, allí está”, no lo crean. Porque vendrán falsos mesías y falsos profetas; y harán grandes señales y milagros, para engañar, a ser posible, hasta a los que Dios mismo ha escogido» (Mateo 24: 23, 24).
Muchas personas creen en falsos cristos y en falsos profetas. Hace algunos años, tuvimos uno de ellos en el estado de Oregón. Se llamaba Bha- gwan Raj21neesh y decía que él era el mesías.
Aquel profeta y sus seguidores compraron una gran extensión de terreno en una zona desértica y allí construyeron una ciudad completa con calles, aceras, alcantarillado, escuela, centro comercial y aeropuerto. Adoptaron el color rojo como símbolo y los creyentes acudieron de todas partes del mundo a vivir en aquella ciudad llamada Rajneeshpuram, con el fin de estar cerca de su mesías. Cuando alguno de los muchos automóviles Rolls Royce del Bhagwan pasaba cerca, todos se postraban con sus rostros en tierra para adorarlo.
Al principio, los residentes del estado se encogían de hombros sin prestar atención a todo aquello y seguían adelante con sus actividades. Decían que aquel mesías y sus seguidores podían hacer lo que quisieran en el desierto, a más de 100 kilómetros de la ciudad más cercana. El Bhagwan podía ser todo un farsante, pero «no le estaba haciendo daño a nadie», ¿o sí? Yo creo que sí.
A diario llegaban a la ciudad de Portland docenas de sus seguidores en autobuses, aviones y trenes; al punto de que fue necesario establecer un servicio de autobuses para transportar a los viajeros hasta la ciudad prometida. Los turistas y los reporteros comenzaron a acudir a aquella ciudad para ver lo que sucedía allí. Incluso los granjeros de la vecindad iban en sus vehículos para echarle un vistazo a aquel autoproclamado mesías. Mi familia y yo no fuimos a verlo. ¿Sabes por qué? Porque Jesús me advirtió que no fuera. Lee lo que dijo en Mateo 24: 23-27.
(Continuará…)
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