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jueves, 21 de agosto de 2014

Matutina de Jóvenes: Agosto 21, 2014

Los oficiales de Ocozías


Ocozías hijo de Acab ascendió al trono de Israel en Samaria en el año diecisiete de Josafat, rey de Judá, y reinó dos años en Israel. Pero hizo lo que ofende al Señor, porque anduvo en los caminos de su padre y de su madre, y en los caminos de Jeroboam hijo de Nabat, que hizo que Israel pecara. 1 Reyes 22:51, 52.



Ocozías tuvo un accidente al caer de una ventana, y envía un grupo de mensajeros a consultar al dios de Ecrón sobre su futuro. El profeta Elías interrumpe el viaje de la comitiva y los hace regresar, avisando que el rey morirá. Ese primer grupo no conoce al hombre de Dios, pero apenas lo describen –solamente la vestimenta– y presentan su informe, Ocozías entiende que es Elías quien habló, y lo manda a prender.

Tres grupos de oficiales son enviados con la misma misión. Los dos primeros fueron –literalmente– consumidos por fuego divino. El tercer contingente actúa de una manera marcadamente diferente, y consigue no solo sobrevivir, sino además llevar al profeta hasta la presencia del rey.

Elías se encontraba en la tranquilidad de la cima del monte. Un lugar así nos acerca a la presencia de Dios. El silencio y la quietud nos permiten escuchar mejor la voz del Señor. Quizá sea por eso que los dos primeros mensajeros, representantes de los poderes del mal, lo primero que le dicen al profeta es “baja”.

Es interesante que ambos comiencen reconociendo a Elías como un hombre de Dios. Tus palabras, tu vestimenta, tu forma de actuar, tu posición frente a la vida, tu elección por estar en la cima del monte, cerca de Dios, hace fácil reconocerte como un hombre o una mujer de Dios.

Con el segundo contingente, la orden será más enfática: “Baja inmediatamente” (2 Rey. 1:10). La única forma que existe para que el enemigo pueda atraparte, llevarte a sus dominios y rendirte, es haciéndote bajar a su territorio. Mientras estés en la cima del monte, en el territorio de Dios, nadie tiene poder para alcanzarte ni tocarte.

Hoy puedes elegir si vivir en la cima del monte o en el territorio del enemigo. Recuerda que allí arriba difícilmente podrás estar acompañado por mucha gente y que no tendrás las comodidades que el valle te ofrece, pero ese es el territorio de Dios; por lo tanto, es el mejor lugar del mundo para ti y para mí.

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