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domingo, 3 de agosto de 2014

Matutina de Jóvenes: Agosto 3, 2014

Baasa


En el tercer año de Asa, rey de Judá, Baasa mató a Nadab y lo sucedió en el trono. 1 Reyes 15:28.



A partir de este momento, la historia del pueblo de Israel y de Judá se podrá resumir de esta manera: “Alguien mata a otro para quedarse con el trono. A su vez, ese otro será asesinado por alguien más, que le quitará el trono y gobernará en su lugar…” Baasa fue un mal rey, porque no obedeció a Dios.

Es interesante detenerse a pensar que, en el relato bíblico, el “buen rey” o el “mal rey” no tiene nada que ver con definiciones políticas o económicas, ni está relacionado con construcciones realizadas o monumentos levantados. No. Siempre -sin excepción- esta categoría está relacionada con la obediencia (o no) a los mandamientos divinos. De la misma manera, tu vida y la mía serán juzgadas por el mismo principio.

Baasa fue el instrumento humano para cumplir una profecía divina. Apenas tomó el poder, mató a toda la familia de Jeroboam. El profeta había avisado al rey lo que ocurriría como consecuencia de su postura desobediente. La palabra profética se cumplió pocos años después. A veces, Dios “demora” un poco, en otras circunstancias es más “rápido”. Pero, siempre actúa.

El último comentario que la Biblia presenta sobre Baasa en este capítulo es que él “hizo lo que ofende al Señor, pues siguió el mal ejemplo de Jeroboam, persistiendo en el mismo pecado con que éste hizo pecar a Israel” (1 Rey. 15:34). No es una buena finalización para la vida de un ser humano.

Más allá de esto, Baasa se transformó en el enemigo político de la familia de Jeroboam. Pero, no por eso se colocó -espiritualmente hablando- en una posición de enfrentamiento con lo que ellos hacían. Por el contrario, “persistió en el mismo pecado”. Políticamente, pudo haber algún cambio. Desde el punto de vista espiritual, era más de lo mismo, era la continuidad de un reino corrupto, de una monarquía que estaba lejos de Dios.

Cuando contendemos con el enemigo de Dios, no podemos hacerlo a medias, solo en algunos aspectos, solamente en algunos sentidos. El enfrentamiento con la maldad debe ser total y absoluto, sin poder aceptar ningún tipo de acercamiento, ninguna negociación; porque entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal, no hay punto de contacto.

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