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jueves, 28 de agosto de 2014

Matutina de Adultos: Agosto 28, 2014

El mensaje de 1888 -3


En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. Juan 13:35.



Durante los últimos dos días hemos estado examinando el corazón del mensaje de 1888 a partir de una carta escrita en 1895. Hoy queremos verlo desde una página del diario que Elena de White escribió en febrero de 1891.

“Muchos de nuestros predicadores”, reflexionó, “se han contentado con hacer meramente sermones, presentando temas de una manera argumentativa, haciendo escasa mención del poder salvador del Redentor. Su testimonio estaba desprovisto de la sangre salvadora de Cristo. Su ofrenda se parecía a la de Caín [...].

“¿Por qué no se lo presenta a la gente como el Pan de vida? Porque no habita en el corazón de muchos de los que piensan que es su deber predicar la Ley [...]. La iglesia ha estado hambrienta del Pan de vida.

“De todos los cristianos profesos, los adventistas del séptimo día deberían ser los primeros en exaltar a Cristo ante el mundo [...]. La Ley y el evangelio, armonizados, convencerán de pecado. La Ley de Dios, si bien condena el pecado, señala al evangelio, revelando a Jesucristo [...]. En ningún discurso deben divorciarse [la Ley y el evangelio] [...].

“¿Por qué, entonces, en la iglesia se manifiesta una falta de amor tan grande [...]? Es porque Cristo no es presentado constantemente delante de la gente. Sus atributos de carácter no son llevados a la vida práctica [...].

“Existe el peligro de presentar la verdad de manera que se exalte el intelecto, dejando insatisfechas las almas de los oyentes. Quizá se presente una teoría correcta de la verdad, y sin embargo es posible que no se manifieste la calidez del afecto que el Dios de verdad requiere [...].

“La religión de muchos es muy similar a un carámbano: fría como un glaciar [...] no pueden tocar el corazón de los demás, porque su corazón no está recargado con el bendito amor que fluye del corazón de Cristo. Hay otros que hablan de religión como una cuestión de voluntad. Se explayan en el deber riguroso, como si fuese un amo que gobierna con un cetro de hierro: un amo severo, inflexible, todopoderoso, desprovisto del amor dulce y fundente, y de la tierna compasión de Cristo” (Manuscrito 21, 1891).

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