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jueves, 28 de agosto de 2014

Matutina de la Mujer: Agosto 28, 2014

Un doble milagro


“ Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.” Jeremías 29:11



Después de cuatro años de casados comenzamos a buscar un hijo. Como la búsqueda fra­casaba, decidimos pedir ayuda profe­sional, y comenzó la “peregrinación” entre médicos y estudios clínicos, sin resultados positivos. Mi corazón de mujer sufría, pero mi mayor lucha era espiritual: no podía aceptar que Dios me negara la dicha de ser madre. Decidimos iniciar un tratamiento de fertilización asistida, pero los resultados eran siempre negativos.

Me enojé con Dios. No tenía fuerzas para continuar y nuestros recursos eco­nómicos también se estaban agotando. Decidimos iniciar un tercero y último intento, pero el médico especialista nos sugirió suspenderlo, pues habían detectado un pólipo en el útero, y eso disminuía las posibilidades de embarazo.

Entonces le pedí a Dios un milagro. Completamos el tratamiento y, al buscar el resultado, leí: “negativo”. En ese momento sentí una extraña paz. No lloré ni me enojé, sino que pensé: “Este es el milagro. Dios está transformando mi corazón para que pueda aceptar su voluntad”. Igualmente, aunque no tuviera mucho sentido, hice un test de embarazo “de farmacia”. Sin mirar el resultado fui a mi lugar de culto y oré: “Señor, esperaba otro milagro. Sé que podrías haberlo hecho, pero te agradezco por estar obrando en mi corazón. Te amo, acepto tu voluntad, y no quiero que nada me impida disfrutar contigo la eternidad”. Subí a mi cuarto, miré el test y ¡vi las dos líneas que indicaban embarazo positivo! Repetí el test y el primer análisis en otro laboratorio, unos días después. La bioquímica leyó el primer informe y, sorprendida, me mostró que era claramente positivo. Yo lo había leído mal, fijándome en los valores de referencia y no en el resultado.

Agradezco a Dios porque hoy disfruto de mi querido hijito, y porque permitió aquel “lapsus” en la lectura del análisis, que me enseñó que el mayor milagro que Dios anhela obrar es transformar mi corazón, para cumplir sus planes en mí.

Amiga, Dios quiere lo mejor para ti y para mí. Solo necesitamos rendirnos a su voluntad.

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