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lunes, 25 de agosto de 2014

Matutina de Adultos: Agosto 25, 2014

Un líder confundido


Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay confusión y toda clase de acciones malvadas. Santiago 3:16, NVI.



Hablemos de confusión.

Esa misma palabra describe la mente del presidente de la Asociación General, George I. Butler, en vísperas del Congreso de la Asociación General de 1888. Influenciado por los pensamientos de la “conspiración de California”, espetó una carta escrita a máquina de 42 páginas a Elena de White el 1° de octubre, pocos días antes de las reuniones, que, en el mejor de los casos, revela un estado mental de total confusión.

Después de expresar que estaba sufriendo de “agotamiento nervioso” y que, debido a que su “fuerza nerviosa se había agotado”, “debía abandonar todos los puestos de responsabilidad en la causa”, atacó a Elena de White, diciéndole que ella era la causa de su “condición actual más que ninguna otra cosa”.

Butler estaba especialmente indignado por su supuesto revés sobre la naturaleza de la ley en Gálatas. Por decirlo de algún modo, estaba obsesionado con el tema.

“El principio de esta duda que ha estado en la costa del Pacífico durante los últimos cuatro años”, escribió, “está cargado de maldad y solo maldad. Creo firmemente que se descubrirá que es la causa del desconcierto en la mente de muchos de nuestro pueblo, que acabará con su fe en la obra como una unidad, y que las almas se perderán y abandonarán la verdad a causa de esto, y que se abrirá una puerta ancha para otras innovaciones venideras que derribarán nuestras antiguas posturas de fe.

“Y la forma en que se ha manejado tenderá a truncar la confianza de nuestro pueblo en los mismos Testimonios. Y creo que todo este asunto hará más por acabar con la confianza en su obra que ninguna otra cosa que haya ocurrido desde que existe esta causa [...]. Acabará con la fe de muchos de nuestros principales obreros, en los Testimonios”.

Continuó culpando a Guillermo White por gran parte del problema, y manifestó que Jones y Waggoner debían ser “reprendidos públicamente”.

Butler creía que había sido “asesinado en casa de sus amigos”. Mental y físicamente destrozado, no asistiría al congreso de 1888.

Y todo por una cuestión que Elena de White le había dicho que no era importante.

Así son los hechos de la historia.

Quizá nos hayamos sorprendido con Butler. Pero, cuántos nos hemos amargado por las aristas teológicas de la Biblia hasta hallarnos en un estado similar de enfermedad espiritual y mental. Que tengamos la gracia de Dios no para especializarnos en nimiedades, sino para centrarnos en los grandes temas trascendentes de la Escritura.

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