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lunes, 25 de agosto de 2014

Matutina de la Mujer: Agosto 25, 2014

Milagro de amor


“Recuerda esto, Dios mío, y conforme a tu gran amor, ten compasión de mi” Nehemías 13:22 NVI



Desde niña siempre he vivido la experiencia del amor de Dios. Con el tiempo formé mi propia familia, donde el cuidado del Señor se hizo evidente en forma constante, especialmente con nuestros hijos.

No hacía mucho tiempo que me había casado, cuando comencé a sentirme mal y fui al médico para hacerme un chequeo de rigor. Después de varios estudios, me programaron una cirugía de vesícula y hernia. Llegó el día y después de pasar por rayos, anestesia general y ser medicada con antibióticos, me llevaron al quirófano.

Gracias a Dios, la operación fue exitosa, pero el tratamiento postoperatorio se me hizo cuesta arriba pues, sin saberlo ¡ya estaba embarazada! Eso significaba que debía redoblar los cuidados para preservar la vida de mi bebé. No obstante, el Señor, en su amor, tenía preparado el camino, y mi hijo Agustín se aferró a la vida y nació sano y a término. Agradecimos mucho a Dios por su misericordia y el plan que seguramente tenía para la vida de Agustín.

Cuando Agustín tenía cinco años los médicos le descubrieron una anomalía en la vena aorta, y se hizo necesaria una cirugía. La intervención significaría un riesgo para una criatura tan pequeña. Oramos mucho al Señor con mi familia y pedimos a todos nuestros amigos y hermanos que oraran por Agustín.

Cuando llegó el turno con el cirujano para ponerle fecha a la operación, nos dijo: “Nunca hago ni digo esto, pero creo que lo mejor es no operar a Agustín. Es un niño sano y vamos a dejar que siga así”. En ese momento sentí que era el Señor quien hablaba. No fue necesario operarlo, y hasta hoy Agustín vive su vida con normalidad.

Una vez más, Dios nos demostró el gran amor y la misericordia que tiene para conmigo y mi familia.

Hablando del cuidado de Dios por sus hijos, Elena G. de White dice: “La fortaleza de toda alma reside en Dios y no en el hombre. La quietud y la confianza han de ser la fuerza de todos los que dediquen su corazón a Dios. Cristo no manifiesta un interés casual en nosotros; el suyo es más fuerte que el de una madre por su hijo. [...] Él te dará seguridad bajo su protección” (Dios nos cuida, p. 17).

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