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domingo, 6 de julio de 2014

Matutina de Jóvenes: Julio 6, 2014

Saba


Entonces todos los israelitas abandonaron a David y siguieron a Saba hijo de Bicri. Los de Judá, por su parte, se mantuvieron fieles a su rey y lo acompañaron desde el Jordán hasta Jerusalén. 2 Samuel 20:2.



Dicen que todo funciona en relación con el principio de causa-efecto. No creo que Saba se habría animado a rebelarse contra David si antes Absalón no lo hubiera hecho. Por su parte, él no habría liderado esa revuelta si su padre, antes, no hubiera caído tan bajo en el pecado. La cadena de problemas que le había sido profetizada se estaba cumpliendo. Y David suma problemas.

Saba aparece en la Biblia para capitalizar el enojo –para muchos, sin sentido y basado, apenas, en celos– de los israelitas frente a sus hermanos de Judá, puesto que estos rodearon al rey en su retorno a Jerusalén. Por más que David intentó apaciguar los ánimos, este hijo de la tribu de Benjamín aprovecha el momento para transformarse en el caudillo de los descontentos.

La reacción del rey en esta oportunidad es rápida: “En tres días quiero al ejército de Judá listo para atacar a este rebelde” (2 Sam. 20:4). Es interesante la diferencia de actitud que David tiene frente a la rebelión liderada por su hijo. Esta diferencia es obvia y natural, pero queda clara y transparente en las órdenes que da en uno y otro caso. Cuando Amasa, el nuevo general del ejército real, no consigue cumplir con la orden del rey, este da una segunda orden, en este caso a Abisai, para que realice la tarea que el primero –parece– no conseguirá realizar.

Nosotros somos así. Cuando algo nos preocupa realmente o nos interesa, somos rápidos, expeditivos, interesados. Cuando la cuestión no es nuestra prioridad, nos relajamos, nos damos un tiempo mayor, lo dejamos para otro momento más adecuado. ¿Cómo actuamos frente a la relación que Dios quiere establecer con nosotros? ¿Cuánto interés le demostramos? ¿Se nota en nuestra preocupación que es nuestra prioridad?

Cuando el ejército de Judá llegó a la ciudad en la que estaba escondido el rebelde, no necesitó ni levantar un arma: la población le entregó la cabeza del fugitivo. Esa “población” formaba parte de los “todos” que lo habían seguido. ¡Qué rápido que cambia el grupo! Como ves, no es seguro decidir con la mayoría; la mejor opción es que te animes a actuar basándote en los principios eternos, inmutables y seguros que te ofrece la clara Palabra de Dios.

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