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miércoles, 23 de julio de 2014

Matutina de Jóvenes: Julio 23, 2014

Las mujeres de Salomón


En efecto, cuando Salomón llegó a viejo, sus mujeres le pervirtieron el corazón de modo que él siguió a otros dioses, y no siempre fue fiel al Señor su Dios como lo había sido su padre David. 1 Reyes 11:4.



Comúnmente, hablamos de la cantidad de mujeres que Salomón tuvo. Las ya famosas setecientas esposas y trescientas concubinas llaman la atención por la cantidad. Pero la verdadera cuestión de fondo es la calidad de adoración que el rey perdió por culpa de ellas.

Es interesante notar que la primera mujer que tomó como esposa era una egipcia, hija del faraón. Tomando como base la cultura, no la Palabra de Dios, leemos el pasaje y pensamos en las relaciones comerciales, militares, políticas y culturales a las cuales ese casamiento –seguramente arreglado– podría haber ayudado.

Nos olvidamos de pensar, quizá porque es una sola, en las consecuencias espirituales de la decisión del monarca. La Biblia es explícita, al decir que todas estas mujeres pervirtieron el corazón al rey.

Las consecuencias fueron trágicas. Desde el punto de vista de la monarquía, Dios le informó que su reino sería dividido. Desde el punto de vista religioso, el sabio rey Salomón mostró su faceta más necia: “Salomón siguió a Astarté, diosa de los sidonios, y a Moloc, el detestable dios de los amonitas. Así que Salomón hizo lo que ofende al Señor y no permaneció fiel a él como su padre David [...]” (1 Rey. 11:5, 6).

Espiritualmente hablando, agradar a quien está del lado del enemigo es el primer movimiento para que uno mismo termine agradando al enemigo. Hay lugares, hay situaciones, hay momentos en los que tus principios tienen que hablar más fuerte que tu amistad. Salomón no los escuchó, y terminó pecando, yendo detrás de otros dioses, para agradar a alguna de sus mujeres.

Quizá, cuando se casó con la hija del faraón pensó en todas las ventajas terrenas que tendría con la alianza que estaba sellando. Se olvidó de pensar en todas las desventajas eternas a las que estaba abriendo la puerta con esa decisión.

El primer paso en la dirección equivocada es tan determinante como el último, que nos hace caer en el precipicio.

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