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viernes, 6 de junio de 2014

Matutina de Menores: Junio 6, 2014

Calles de oro


«Las doce puertas eran doce perlas; cada puerta estaba hecha de una sola perla. Y la calle principal de la ciudad era de oro puro, como vidrio transparente» (Apocalipsis 21: 21).



Imagínate caminando por una carretera de oro. ¡Pues existe una carre­tera así, y está en esta tierra! Se llama Million Dollar Highway, o Carretera del Millón de Dólares, y está en Colorado, Estados Unidos.

En 1800, las montañas de Colorado contenían tal cantidad de oro puro que los mineros no estaban dispuestos a perder tiempo con el oro de peor calidad que habían extraído de la tierra. El coste de procesar el oro de peor calidad sería mucho mayor, por lo que lo desecharon. Cuando los constructores de carre­teras llegaron a la zona, utilizaron el mineral que se había desechado como base para construir la carretera. Desde que supe de la existencia de esta increí­ble carretera, estaba ansiosa por caminar sobre ella. Manejé durante horas para satisfacer mi curiosidad. Sin embargo, una vez la vi y me fotografié en ella, perdí el interés porque el mineral de oro estaba cubierto de alquitrán.

Hay personas que pueden hacerte creer que el cielo es como esta carre­tera, un lugar interesante que podemos visitar, en el cual podemos flotar so­bre las nubes todo el día tocando el arpa. ¡Qué aburrido! La Biblia da una des­cripción muy diferente del cielo. Habla de calles de oro, puertas de perlas y una ciudad construida sobre piedras preciosas. Será muy emocionante ver todo esto, pero respóndeme a una pregunta: ¿Realmente te importa si las calles por las que caminarás durante millones de años están cubiertas de oro o de cemento? ¿Te preocupa si las puertas están hechas de una perla gigan­te? (¡imagina el tamaño de la ostra en la cual debe crecer esa perla!) Enton­ces, ¿por qué el autor de la Biblia nos describe estas maravillas?

Tal vez Dios quiere que veamos cuán enrevesado es nuestro pensamiento. Después de todo, si el oro es tan abundante en el cielo que se utiliza para pavi­mentar las calles, o si una perla es tan grande como para construir una puerta de la ciudad, quizás los hijos de Dios deban preocuparse menos por el oro y las riquezas y más por prepararse para heredar el verdadero tesoro del cielo: Jesús. Me alegra saber que el tesoro del cielo incluye más que calles brillantes y puer­tas de perlas. ¿A ti no?

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