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domingo, 8 de junio de 2014

Matutina de Adultos: Junio 8, 2014

Los adventistas no siempre fueron reformadores de la salud


Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Juan 16:12.



Los adventistas no siempre fueron reformadores de la salud.

Tomemos las carnes inmundas, por ejemplo. En noviembre de 1850, Jaime White observó que algunos sabatarios estaban “preocupados con respecto al consumo de carne de cerdo”, y que algunos se abstuvieron de su uso. Él no tenía ninguna objeción a esa práctica, pero declaró que “no creía, por ningún medio, que la Biblia enseñara que su uso apropiado, en la dispensación evangélica, fuese pecaminoso”. A lo que realmente se opuso fue a los que distraían a los demás del centro de su mensaje: el sábado y la perspectiva del tiempo del fin.

Algunos años más tarde, después de que su esposa escribiera una carta a una señora llamada Curtis acerca de que el uso de la carne de cerdo no era una prueba religiosa, Jaime escribió atrás: “Para que sepa cuál es nuestra postura en este asunto, le diría que acabamos de matar a un cerdo de noventa kilos”.

De nuevo, en 1859, Elena de White aconsejó a S. N. Haskell y a otros que sus “ideas concernientes a la carne de cerdo no causarían ningún perjuicio, si ustedes las guardaran para sí mismos; pero en su juicio y opinión, han convertido este asunto en una prueba, y sus acciones han mostrado claramente su fe en este asunto” (TI 1:189, 190).

Siguió diciendo que “si Dios requiere que su pueblo se abstenga de consumir carne de puerco, los convencerá acerca de ello [...]. Si es deber de la iglesia abstenerse de consumir carne de puerco, Dios lo revelará a más de dos o tres personas. Él enseñará a su iglesia cuál es su deber.

“Dios está conduciendo a un pueblo, y no a unas cuantas personas separadas aquí y allá, una que cree una cosa y otra que cree otra diferente [...]. El tercer ángel va a la cabeza y está purificando a un pueblo, y este debería avanzar con él en forma unida. Algunos toman la delantera a los ángeles que están guiando a su pueblo [...].

“Vi que los ángeles de Dios no conducirán a su pueblo con más rapidez de la que este puede recibir las importantes verdades que se le comunican y llevarlas a la práctica. Pero, algunas personas inquietas [...] se apresuran en ir en busca de algo nuevo, y avanzan [...] y en esta forma acarrean confusión y discordia a las filas. No hablan ni obran en armonía con el resto del cuerpo” (ibíd., p. 190).

Elena de White tuvo la firme convicción, a lo largo de su extenso ministerio, de que Dios estaba formando a un pueblo, y que cuando este se unía en un tema (pero no antes) él lo guiaba al próximo paso. El progreso hasta 1863 había sido claro. Primero se unieron en doctrina y luego en organización. Recién entonces estuvieron preparados para que los guiara en la reforma pro salud y otras cuestiones del estilo de vida.

La conducción de Dios siempre tiene lógica.

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