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domingo, 8 de junio de 2014

Matutina de Menores: Junio 8, 2014

Cielos azules


«Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, y también el mar» (Apocalipsis 21:1).



¿Recuerdas cuando en el parvulario los demás compañeros se reían del niño que se atrevía a pintar el cielo de color rojo o verde en vez de pintarlo de azul? Bueno pues, ¡sorpresa! El cielo no siempre es azul en todas partes.
Si observas una fotografía del espacio exterior, la extensión que existe entre las estrellas es de color negro. El único lugar desde el cual el cielo parece ser azul es nuestro planeta. Esto se debe a que la Tierra posee algo que no existe en la Luna ni en el espacio exterior: la atmósfera. La luz solar, compuesta por un arco iris de colores, interacciona con la atmósfera y, en consecuencia, el cielo parece ser de color azul. De algún modo, el aire filtra la luz azul procedente de la luz solar blanca, permitiéndonos distinguir el color azul. Esto ocurre gracias a la natura­leza de las partículas que componen el aire: varios gases, agua y polvo. Estas partículas dispersan los rayos de luz solar.

De acuerdo, ya basta de lecciones de ciencias por hoy. Soñemos un poco. ¿Cómo será la atmósfera del cielo? Si Dios está creando «un cielo nuevo y una tierra nueva», ¿crees que debería incluir una atmósfera? Si así fuera, ¿no sería emocionante que creara el cielo de un color distinto al azul? ¿Qué te parecería el color morado ciruela? ¿O el amarillo limón? ¿O el rojo fresa? Tal vez Dios tiene un arco iris completamente nuevo que agregar a nuestra visión. Tal vez nosotros tengamos que ayudarlo a nombrar los nuevos to­nos y variedades de color. Estas son algunas ideas que puedes añadir a tu «libro de Dios».

Por el momento, solo podemos imaginar y soñar acerca de ello. Sin duda, el verdadero nuevo cielo y la verdadera nueva tierra de Dios serán mucho mejor de lo que podamos ver en nuestros sueños más fabulosos o en nues­tras imaginaciones más fascinantes, por lo que no hay riesgo de fastidiar la sorpresa. No sé tú, pero yo no puedo esperar a ver, oír, saborear, oler y tocar las emocionantes nuevas aventuras que Dios está preparando para nosotros.

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