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viernes, 30 de mayo de 2014

Matutina de la Mujer: Mayo 30, 2014

Lo volveré a ver (parte 2)


“...aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”. Tito 2:13



La muerte de mi hijo produjo grandes cambios en todos cuantos lo conocían. En la iglesia hubo un despertar notorio. La piedad, que parecía haberse enfriado, cobró su lugar de privilegio. La vice- directora del colegio al que asistía Josué publicó en Internet un homenaje destacando su conducta cristiana y la fidelidad a sus principios.

Mucha gente se nos acercó preguntándose “¿por qué?” Al responder, enfatizamos el amor de Dios al dar oportunidad al que no está preparado, o al llamar al que, preparado, no podría sostener su fe en tiempos difíciles. Estas respuestas me traían una y mil veces la imagen de Josué… y me dolía profundamente.

Recordando historias bíblicas de madres que clamaron con fe por la resurrección de sus hijos muertos hasta que Jesús los resucitó, personalmente o mediante el profeta, pensé: “¿Y si me faltó fe? Yo sé, Señor, que tú lo llamaste al descanso, pero… ¿no será que debí haber orado por la resurrección de mi hijo, y su muerte me sorprendió tanto que no tuve la fe que ameritaba un milagro?”.

Entonces, le hice una propuesta al Señor: “Ya que se acerca el cumpleaños de Josué, iré al cementerio a orar por su resurrección. Solo si la lluvia torrencial me impide entrar al cementerio, no iré, y entenderé que reservas el milagro de la resurrección de Josué para cuando vuelvas por segunda vez”.

La esperanza de ver a Josué me dio el ánimo que hacía tiempo me faltaba. Me preparé para el día siguiente, le avisé a mi esposo que no regresaría a casa por varias horas porque tenía “algo que hacer”. La noche me sorprendió orando, y un cielo estrellado me daba cada vez más esperanza de vivir un gran momento. Me dormí imaginando cómo sería el encuentro, hasta que una fuerte tormenta eléctrica, con viento y granizo, me despertó. No perdí la esperanza, aún faltaba que amaneciera. Amaneció y la violenta tormenta no disminuyó. Todo ese día y parte del siguiente sufrimos la furia de un clima amenazador.

Una vez más el Señor habló: “Debes esperar, aún no es el tiempo. Cree y confía. No te olvides que te amo. Lo volverás a ver. Aguarda”.

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