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domingo, 25 de mayo de 2014

Matutina de Adultos: Mayo 25, 2014

La hermana Betsy


Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. 2 Corintios 9:7.



En febrero de 1859, Jaime White anunció con alegría los resultados de la comisión que había estado estudiando cómo financiar la obra de la iglesia. Presentó un concepto conocido como Benevolencia Sistemática, que proporcionaría una forma para que cada miembro diera regularmente para mantener a la iglesia.
Totalmente convencido de que el plan era de Dios, White enfatizó 1 Corintios 16:2 para justificar una ofrenda semanal, y textos como 2 Corintios 9:5 al 7, que enuncian los principios de cosechar lo que sembramos y el hecho de que Dios ama al dador alegre.

White no solo anunció el nuevo plan de la Benevolencia Sistemática, sino también enunció las directrices. Los hombres de entre 18 y 60 años debían dar de 5 a 25 centavos por semana, mientras las damas del mismo grupo etario debían donar de 2 a 10 centavos; y ambos grupos debían agregar de 1 a 5 centavos más por cada 100 dólares del valor de los bienes que poseyeran.

Siguiendo el ejemplo de 1 Corintios 16:2, los fondos de la Benevolencia Sistemática se recaudaban el domingo de mañana, cuando los tesoreros visitaban los hogares de los miembros con recipientes para ofrendas y libros de registro de la Benevolencia Sistemática en mano.

Ese proceso, como podrás imaginarte, no contaba con un entusiasmo exuberante de parte de todos. Sin embargo, Jaime White, dos años después, le puso buena cara a la situación cuando escribió que “todos esperaban” al tesorero; “todos se preparaban para recibirlo con los brazos abiertos y con sentimientos caritativos”. “Nadie”, escribió, “se sentía más pobre, sino que todos se sentían más felices después de echar sus pequeñas sumas en la tesorería”.

Pero, el problema ahora era qué hacer con los fondos. Al principio, White sugirió que cada congregación dispusiera de ellos según creyera conveniente. Más adelante, propuso que cada iglesia se quedara con al menos 5 dólares para ayudar a los predicadores visitantes, y que enviaran el resto para la carpa evangelizadora de Míchigan.

La Benevolencia Sistemática, o lo que más adelante muchos entendían como la Hermana Betsy, era un avance, pero estaba muy por debajo de las necesidades de la iglesia. Y, más allá de eso, los sabatarios en 1859 todavía no contaban con ninguna forma sistemática de utilizar los fondos ni de pagar a los pastores.

La mayoría, hoy, estamos agradecidos porque el tesorero de la iglesia no se aparezca en nuestro porche cada domingo de mañana, con un libro de registro en mano. Dios nos ha conducido a una mejor forma, que es menos entrometida y más adecuada, de proveer fondos para su iglesia.

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