NO HAY QUE APRESURARSE
«El que me preste atención, vivirá en paz y sin temor de ningún peligro» (Proverbios 1:33)
UN CAMPESINO atrapó un cuervo e intentó enseñarle a hablar. Tras arduos esfuerzos, logró que el cuervo dijera: «¡Vaya si lo soy!». Y esas eran las únicas cuatro palabras que el animal sabía decir, pero el campesino creyó que ya podía sacarle un provecho económico. Así que decidió venderlo, bajo el argumento de que aquel animal sabía hablar y podía aprender muchísimas palabras más.