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miércoles, 13 de mayo de 2020

Matutina de Jovenes : Mayo 13, 2020

PARA NO DEPENDER DE LOS «ENCHUFES»


«Cuando veas alguien que hace bien su trabajo, no lo verás entre gente de baja condición sino que estará en presencia de reyes» (Proverbios 22:29).




Daniel pertenecía a la nobleza hebrea cuando Nabucodonosor II tomó Jerusalén en el 604 a.C. Fue llevado cautivo a Babilonia siendo apenas un adolescente. Ahí estudió en las principales escuelas cautivas y después pasó a formar parte del servicio de la corte. Desde el principio de su vida laboral, Daniel demostró un gran compromiso hacia su trabajo. Cada vez que se requirió su consejo, no descansaba hasta reunir la información más completa para presentar al monarca de turno el panorama más amplio para tomar la decisión más acertada. A pesar de no compartir los mismos principios ideológicos, el joven hebreo siempre mantuvo una notable lealtad hacia sus superiores. Su actitud le valió incluso para permanecer en su puesto de trabajo cuando le cambiaron al «jefe», en ocasión de la caída del Imperio babilónico la noche del 12 de octubre de 539 a.C. ante las huestes medo persas.

El nuevo «jefe» llegó con su propio equipo, a quien Daniel no resultaba muy agradable. Pero el nuevo dirigente valoró al experimentado funcionario, por lo que fue inevitable que Daniel despertara envidias entre sus colegas. Pero él no dependía de enchufes o ayudas especiales. Dependía más bien de su propio esfuerzo unido al poder divino. Así que, cada vez que sus detractores lanzaban todo tipo de intrigas en su contra, él salía bien librado.

Cierta vez tuve un maestro durante mis estudios de posgrado que me comentó lo lamentable que resultaba ver a individuos que ascendían en su vida laboral gracias a sus vínculos familiares o su amistad con personajes clave. Entonces me miró fijamente a los ojos y, con una sonrisa, dijo: «A todos esos, un día, la vida y la universidad les cobrarán su actitud». Es cierto. En algún momento estarán frente a situaciones que evidenciarán su incompetencia y quedará claro que la forma en la que accedieron a su puesto de trabajo no fue la más sensata.

Otro de mis maestros en el seminario teológico decía que no había que esperar a estar en un puesto de gran responsabilidad para mostrar pasión por el trabajo. Más bien, había que hacer el mayor esfuerzo en el sitio donde uno estuviera, por sencillo que fuera. ¡Gran verdad!

¿Cómo esperas triunfar en tu vida laboral? ¿Gracias a una «palanca» de tus amigos o familiares? Mejor que sea a través de un trabajo bien hecho, que revele tu carácter y convicciones personales.

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