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martes, 8 de octubre de 2019

Matutina de Jovenes : Octubre 8, 2019

IGUALDAD


El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay… de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra. Hechos 17:24-26.


Los griegos le dieron un gran impulso a la civilización: doctrinas filosóficas y obras maestras del arte y la literatura, el deporte, la democracia y el pensamiento científico. A diferencia de otros pueblos, cuyos dioses eran representados por animales, en Grecia los dioses tenían forma humana. Pero los griegos vieron la esclavitud como necesaria, y la sumisión de la mujer y la diversidad sexual les era natural.

Un día llegó a Atenas un erudito hebreo convertido al cristianismo llamado Pablo. Al oír que enseñaba nuevas doctrinas, los filósofos lo invitaron a exponerlas. Pablo ofreció un discurso audaz y revelador (ver Hech. 17:22-31). Además de hablarles del único Dios y de Cristo, el Redentor y Juez de los hombres, introdujo dos ideas revolucionarias para esa mentalidad clasista: el origen común y la igualdad de los hombres: «El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay… de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra» (vers. 24-26). Reforzó su argumento con citas de dos poetas griegos quienes habían expresado este concepto. Arato había escrito de Dios: «Somos de su raza», y  Cleantes le había dicho: «Es de ti de quien provenimos». Pablo dijo: «En él vivimos, y nos movemos, y somos… porque linaje suyo somos (vers. 28).*

Cuando el apóstol concluía su discurso, la asamblea estalló en murmullos. Nuevas verdades del orden espiritual y del orden social habían sido expuestas en la cuna de la sabiduría. Había que hacer la glosa de ese discurso.

Hoy, cuando la xenofobia y el racismo se intensifican y algunos intentan convertir la intolerancia en ley, haríamos bien en exaltar los conceptos igualitarios de aquel inmigrante cristiano. Vivamos con dignidad, sabiendo que Dios es nuestro Padre, y cada hombre nuestro hermano. Al depositar nuestra confianza en Cristo, aguardemos el momento de nuestro ingreso en el reino de la igualdad, donde él mismo nos dirá: «Venid, benditos de mi Padre» (Mat. 25:34).

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