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viernes, 27 de septiembre de 2019

Matutina de Jovenes : Septiembre 28, 2019

Dos libros incomparables



«Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Romanos 10:17).


Esa fría mañana madrileña del 6 de enero de 1605, salía de la imprenta la primera parte de la novela Don Quijote de la Mancha, bajo el título El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Esta novela es considerada la obra más destacada de la literatura española y universal, además de ser la más publicada y traducida de la historia después de la Biblia. Desde entonces a la fecha, se han impreso alrededor de 100 millones de ejemplares, se han hecho más de 3.000 ediciones, y se ha traducido a casi 100 lenguas, entre ellas el tibetano, el esperanto y el sánscrito.

Tan impresionantes como nos parezcan estos números, son incomparables con la Biblia. Se estima que se han impreso más de 5.000 millones de ejemplares de las Escrituras. Además, de los cerca de 7.000 idiomas y dialectos en uso actualmente, hay al menos un libro de las Escrituras en casi 2.900 de ellos. Sin dudas, la Biblia es el libro más ampliamente distribuido en cuanto a cantidad de ejemplares, número de idiomas y dialectos traducidos, y alcance geográfico.

Durante mis estudios secundarios, tuve que leer Don Quijote de la Mancha. Es una obra interesante y, por momentos, se vuelve más que atractiva. Allí se ven reflejadas las luchas y las pasiones del ser humano, junto con el deseo de superarlas y cumplir los sueños. Asimismo, he leído varias veces la Biblia. Al comienzo, también como un requisito escolar. Después, como una necesidad espiritual, y como fuente de aliento y guía para la vida.

Realmente, el impacto de ambos libros en mi vida es incomparable. Y lo digo porque no se puede comparar uno con el otro. Si bien el primero ayudó a mi formación intelectual y cultural, el segundo literalmente transformó mi vida. Es esa misma capacidad de transformación espiritual, que trae vida eterna, que ningún otro libro puede igualar.

Hoy, tú decides qué influencias marcarán tu vida. Es tu elección dejar que algún guión o relato, humano o diabólico, te brinde la perspectiva desde la que contemplarás la vida; o permitir que la mismísima Palabra de Dios regenere tu mente por medio de la transformación de tu entendimiento. No pongas en un mismo nivel lo que es incomparable.

«La Palabra santa de Dios, que nos ha sido transmitida a costa de tanto padecimiento, de tanta sangre de los mártires, no es apreciada debidamente» (Elena G. de White, El conflicto de los siglos, p. 570), MB

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