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viernes, 1 de junio de 2018

Matutina de Jovenes : Junio 1, 2018

El poder de Dios a través del evangelio!


«No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para que todos los que creen alcancen la salvación». Romanos l: 16


JUSTO DESPUÉS DE ACEPTAR el mensaje adventista, empecé a dar estudios bíblicos a mis amigos y compañeros de clase en la escuela de negocios a la que asistíamos. Por lo que sé, solo uno de los estudiantes aceptó a Cristo mientras estuvimos en la escuela. Uno de ellos, un amigo que había dejado la escuela, comenzó a trabajar para un banco.

Después de mi graduación comencé a trabajar en la misma institución financiera que mi amigo. Todavía recuerdo cuando tuve la segunda entrevista de trabajo, esta vez con el gerente general, y le dije que yo pertenecía a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, y que por lo tanto no iba a poder trabajar horas extra ni los viernes ni los sábados.

Él respondió de manera positiva, y me dijo que iba a hablar con mi supervisor para que me permitiera practicar mi religión tan libremente como fuese posible. Sin embargo, también añadió: «No está permitido predicar en el banco». Me dije a mí mismo: «Es nuestro deber obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5:29).

Por supuesto, no me quedaba en los pasillos del trabajo predicando acerca del lago de fuego y el azufre. El objetivo era simplemente compartir todo lo que había leído en mis devociones personales. A veces también compartía el material de lectura con el gerente, quien a su vez lo adjuntaba en un archivo de circulación interna dirigido a todos sus asociados y colaboradores cercanos. De esa manera, él mismo estaba ayudando con la predicación del evangelio. Para no extender la historia te contaré que mi antiguo compañero de clase, que en ese momento era también un compañero de trabajo en el banco, aceptó a Cristo como su Señor y Salvador, y fue bautizado.

Esta experiencia nos muestra que el evangelio puede transformar vidas, «porque es poder de Dios para que todos los que creen alcancen la salvación» (Romanos 1: 16), Jesús dijo a sus discípulos: «Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (Mateo 28: 19).

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