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martes, 26 de junio de 2018

Matutina de Adultos : Junio 26, 2018

Una mujer dirigida por Dios


«Adelante! Este es el día en que el Señor entregará a Sísara en tus manos. ¿Acaso no marcha el Señor al frente de tu ejército?». Jueces 4: 14, WI


DURANTE EL PERIODO CAÓTICO de los jueces, Israel, liderado por buenos gobernantes, disfrutó de una relativa paz durante ochenta años. Sin embargo, con el paso del tiempo, el pueblo de Dios se apartó de él, cayó en el pecado de la idolatría y, en consecuencia, se convirtió en presa fácil de sus opresores. Jabín, rey de los cananeos, y su general Sísara oprimieron con crueldad a los hijos de Israel durante veinte años hasta que Débora, una mujer de Dios, se levantó como vocera del Señor.

El pueblo clamó a Dios para que lo librara de la mano del rey Jabín, y el Señor respondió mediante Débora, una mujer que gozaba de una comunión íntima con Dios. Era profetisa y se dedicaba plenamente al servicio de Israel como juez. Dios había bendecido a su sierva con extraordinaria prudencia y sabiduría, y tal era su humildad que atendía al pueblo a la sombra de una palmera en lugar de hacerlo a la puerta de la ciudad, como otros jueces. Los hijos de Israel la respetaban y acudían a ella en busca de justicia.

Débora se reunió con Barac y le pidió que fuera al monte Tabor con 10,000 hombres para que Dios les diera la victoria sobre el enemigo. El ejército israelita se acababa de formar y no tenían recursos, sin embargo, con novecientos carros herrados, el ejército de Sísara era muy numeroso y poderoso. Ante un panorama tan desolador, Dios guio a su pueblo en todo el proceso: le dijo a ellos el número de soldados que necesitaban, de qué tribus debían salir y dónde debían reunirse. Siguieron las indicaciones del Señor y, una vez preparados, Barac pidió a Débora que los acompañara a la batalla.

Israel salió victorioso, pero no por sus 10,000 soldados ni por sus estrategias, sino porque Dios creó confusión en el ejército de Sísara. Dice Flavio Josefo que, cuando Barac vio desplegado el ejército de Sísara, su corazón desfalleció, pero Débora lo animó a atacar. Estalló una tormenta de granizo que golpeó a los enemigos de Israel y el cielo obtuvo la victoria.

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