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miércoles, 9 de mayo de 2018

Matutina de Adultos : Mayo 9, 2018

Sanación y restauración


«Pero mientras estoy aquí en el mundo, yo soy la luz del mundo». Juan 9: 5, NTV


SI LE ENTREGAMOS todas nuestras cargas, Cristo puede restaurarnos completamente. Cuando Jesús salió del templo, se encontró en la calle a un ciego de nacimiento que pedía limosna. En aquella época, la entrada al templo de los leprosos, los cojos y los ciegos no estaba bien vista. Los judíos creían que los enfermos estaban en esa condición por algún pecado cometido por ellos o por sus padres, pero Jesús se acercó a él lleno de amor y compasión para hacer algo en su favor, sin que el ciego se lo pidiera.

Los discípulos le preguntaron si él o sus padres eran los culpables de su ceguera y Jesús les respondió: «No es que pecó este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él» (Juan 9: 3). A pesar de la creencia de aquel entonces, el ciego no reclamó ni acusó de nada a los hombres que decían que estaba ciego por los pecados que había cometido; esperó a que Jesús hiciera todo por él. No pronunció ninguna palabra, solo permitió que Jesús actuara.

El Señor conoce los corazones de quienes depositan todo en sus manos y confían en que él actúe en su vida. Con esto, Jesús enseñó que el templo es para los enfermos del pecado, porque él vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido. Vino a restaurar la condición espiritual de los enfermos y a dar vida eterna a todos los crean en él.

Cuando dejamos nuestras cargas en manos de Dios, nos quitamos su peso de encima y él se encarga de todo lo demás: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11:28).

El ciego de nacimiento, en cuyo caso reflexionamos ayer, era un joven despreciado por la sociedad. Sin embargo, así como ese pobre ciego depositó su carga en Cristo, también nosotros podemos hacerlo en este día para ser restaurados totalmente.

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