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viernes, 27 de abril de 2018

Matutina de Jovenes: Abril 27, 2018

Un manto babilónico


«Entre las cosas que tomamos en Jericó, vi un bello manto de Babilonia,    Me gustaron esas cosas, y me quedé con ellas». Josué 7: 21


DESDE PEQUEÑA Dios siempre me ha demostrado que está a mi lado. Yo acostumbraba a decir con orgullo: «Soy una hija consentida de Dios». Esta actitud me llevó a pensar que Dios estaba en la obligación de concederme cualquier petición. Cuando tenía quince años comencé a orar pidiendo a Dios algo muy peculiar. A pesar de toda mi seguridad mi oración no recibió respuesta positiva. Pasaron los años y siempre mantuve la certeza de que Dios, en el momento que lo creyera necesario, contestaría mi petición.


 
Luego de diez años de espera la respuesta llegó. En mi mente eso que había pe dido al Señor era lo único que faltaba en mi vida para gozar de felicidad plena. Pero como todo humano, tan pronto como me sentí completa y feliz, le di la espalda a Dios y me alejé de sus caminos. La buena noticia es que contamos con un Dios que nos ama a pesar de nuesffos errores y procura por todos los medios que regresemos a sus caminos.

El Señor sabía que la única manera de lograr que yo volviera a sus brazos era privándome de aquello que había anhelado por años, así que lo hizo. Dios me quitó aquellos que tanto había anhelado, aquello que en mi opinión me hacía feliz y gracias a eso regresé a los brazos del Padre.

Quizás en este momento estés haciendo conjeturas sobre qué fue eso que pedí y que luego me fue quitado, pero quiero compartir contigo un detalle mucho más importante: íNunca dejé de asistir a la iglesia!

Antes de que empieces a gritar amenes, permíteme decirte que yo fui una de esas personas que se pierden dentro de la iglesia. Y no hay nada peor que esto, pues no te das cuenta de que estás actuando mal. Por eso Dios utiliza una derrota en nuestra vida para que reconozcamos nuestro mal proceder.

En Josué 7 ocurrió algo similar, una derrota fue el mecanismo divino para llevar al pueblo a reconocer su pecado y corregir su mal proceder.

Con esta idea en mente quiero invitarte a que reconsideres tus «tragedias» y las analices bajo la luz del Dios de amor que quiere salvarte y desea lo mejor para ti.

¿Tendrás el valor de hacerlo?

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