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lunes, 2 de abril de 2018

Matutina de Damas : Abril 2, 2018

Manzanas de oro


“Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene” (Prov. 25:11, RV95).


Las cuatro de la mañana no solía ser el horario más ajetreado de aquel restaurante de la costa; pero eso cambió el día en que mi clase de Biología Marina, que estaba de excursión, entró por la puerta. La única mesera, una chica de menos de veinte años, miró con los ojos bien abiertos cómo entrábamos y ocupábamos todas las mesas y todas las sillas. Me pregunté cómo se manejaría ante un cambio tan inesperado en su rutina laboral.

Miré con interés la manera en que se acercaba a cada mesa, tomando pedidos y contestando preguntas. Entonces, llegó a mi mesa. Tenía un comportamiento agradable y hacía un trabajo excelente manejando un grupo tan grande; y se lo dije.

Ella me miró y, con voz esperanzada, exclamó:

—¿Podrías, por favor, decirle eso a mi jefe? He estado intentando pasar al turno diurno y esto ayudaría mucho…

Le aseguré que lo haría.

Cuando fui a pagar mi cuenta, le mencioné a la cajera el buen trabajo que hacía la mesera sirviendo a tantas personas. Ella tomó rápidamente una servilleta y un lápiz, y los estampó sobre el mostrador enfrente de mí.

—Por favor —rogó—, ¿escribirías eso, para que nuestro jefe lo vea? ILO apreciaría mucho!

Esa humilde servilleta casi tomó vida propia, mientras yo registraba cada elogio que se me ocurría sobre el trabajo que había observado de aquella joven mesera.

Jesús habla de la importancia de la apreciación en la parábola bíblica de los diez leprosos. Esos hombres acudieron a Jesús pidiendo misericordia. Cuando los vio, Jesús les indicó que fueran a presentarse ante los sacerdotes. Ellos fueron sanados en el camino. Pero solo un leproso volvió para agradecerle. El Señor se mostró decepcionado porque los otros nueve no habían hecho lo mismo. El leproso que volvió para expresar su agradecimiento glorificó a Dios, al reconocer que el regalo de la sanidad había provenido de él.

En este mundo acelerado, en el que la tecnología ha dejado atrás a las comunicaciones cara a cara, es fácil dar por sentadas las cosas pequeñas que hacen los demás para ayudarnos. Una palabra o un gesto amable, no importa cuán pequeños sean, puede ser exactamente lo que alguien necesita para cambiar su perspectiva, su circunstancia, o su vida.

Dios nos da muchas bendiciones diariamente. Glorificamos a Dios cuando le agradecemos por el privilegio de compartir esas bendiciones.

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