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jueves, 8 de febrero de 2018

Matutina de Jovenes :Febrero 8, 2018

La Planta que me habló de Dios


«Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, Pídasela a Dios, y él se la dará». Santiago 1: 5


MIENTRAS ESTUDIABA en la Universidad Adventista de Centroamérica, en Costa Rica, tuve que tomar un curso intensivo de gramática española durante el verano. El curso me resultaba muy difícil, pues el español no es mi idioma natal. La profesora anunció que, para el examen final teníamos que aprender cuatrocientas palabras nuevas, su significado, cómo deletrearlas y dónde iban las tildes. Mientras ella hacía este anuncio, sentí cómo mi corazón se aceleraba. ¿Cómo haría para pasar ese examen?


 
Tenía muy poco tiempo horas para aprender todas estas palabras, además del material aprendido en clase. No sabía por dónde comenzar. Para aliviar mi estrés, decidí ir al jardín y respirar aire fresco. Allí vi una plantita en un cartón de leche que había olvidado trasplantar. Decidí sacarla del cartón para ponerla en la tierra, pero al tratar de sacarla me di cuenta de que había echado raíces a través del cartón. En mi frustración, tomé un machete y le corté las raíces, luego la trasplanté. En pocos momentos la planta empezó a morir delante mí, sus hojas empezaron a marchitarse, me sentí muy mal y allí mismo le dije a Dios: «Señor así me siento yo, como esa planta, no puedo pasar este examen, me siento derrotado. Tú me trajiste a este lugar a estudiar, en un idioma desconocido para mí; necesito tu ayuda, si estás conmigo y me vas a ayudar, quiero que me muestres, por medio de esta planta, si puedo contar con tu ayuda».

Me fui a mi apartamento y esperé. Cuando pasó una hora salí al jardín para ver la planta. Para. mi sorpresa, la planta había revivido, sus ramas estaban erguidas, sus hojas estaban verdes, se veía mejor que antes de trasplantarla. Este era el mensaje que Dios me estaba dando: «Yo estoy contigo, tú puedes, adelante».

Al ver la respuesta de Dios, empecé a estudiar como nunca. Me presenté al examen de español con la confianza de que Dios estaba conmigo en ese gran desafío. Cuando entregaron las notas, vi que había sacado una de las más altas de la clase, a pesar de que ese no era mi idioma. Le agradecí a Dios por darme sabiduría cuando más lo necesitaba.

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