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martes, 6 de febrero de 2018

Matutina de Jovenes: Febrero 6, 2018

El milagro que fortaleció mi fe


«Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus Pensamientos por medio de Cristo Jesús». Filipenses 4: 7


EL TELÉFONO SONÓ a una hora inusual. Los latidos de mi corazón parecían tambores en un desfile. Al otro lado de la línea escuché a mi padre decir: «Hija, el médico no da mucha esperanza, dijo que es posible que mami no pase de este fin de semana. Estoy llamando a la familia para que vengan lo más pronto». ¿Qué había pasado? Mi madre había contraído una enfermedad extraña.

Tres días antes le había enviado un arreglo floral, pero la terrible enfermedad le había producido un derrame cerebral que le afectó toda la parte derecha de su cuerpo, para colmo había caído en coma así que no pudo disfrutar el arreglo. El médico informó que si lograba sobrevivir quedaría confinada a una silla de ruedas.


 
El día que el medico había pronosticado que sería el último de la vida de mi madre era un sábado. Ese día oramos intensamente. Las horas transcurrían y nada parecía suceder, de hecho, cerca del medio día el médico nos habló de otro derrame. Ambas partes del cuerpo de mi madre habían quedado totalmente afectadas.
Al encontrarme con mi padre nos abrazamos. En medio del dolor vi en su rostro esa paz «más grande de lo que el hombre puede entender» y sentí la motivación de aferrarme a mi fe. Nos unimos en oración y le pedimos a Dios que sanara a mi madre contra todo pronóstico de los médicos.

La tarde terminó y el día llegaba a su fin. De pronto vi a dos enfermeras salir de la sala de cuidados intensivos con una expresión de susto, les pregunté qué sucedía y me contestaron: «Su madre abrió los ojos, se movió y preguntó: ¿Qué sucede?”». No me quedó duda alguna de que esa era la respuesta a nuestras oraciones. Los doctores no pudieron explicar lo que había sucedido, y es normal, pues los milagros no se explican, se aceptan.

Te invito a que hoy experimentes de primera mano a ese Dios que contesta las oraciones. Él tiene la solución para ese problema que te inquieta.

Hoy empieza el día sintiendo esa paz «más grande de lo que el hombre puede entender» (Filipenses 4: 7).

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