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martes, 6 de febrero de 2018

Matutina de Adultos : Febrero 6 , 2018

Esperanza en acción


«Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti» . salmo 39: 7


NUESTRA ESPERANZA ES VIVA Y EFICAZ, porque proviene de un Dios vivo que permanece en acción. Sus promesas nos reconfortan y su Palabra nos sostiene. Dios ha prometido estar con nosotros todos los días.

Hace un tiempo visité en el hospital a Ana, una chica que se veía muy infeliz. Sus ojos estaban hundidos, con ojeras, y parecía que ardían en agonizantes llamas. Su boca tenía la curvatura invertida; sus mejillas, huecas y pálidas; su cabello, áspero y desgarbado. Ana era anoréxica, y pesaba apenas treinta kilos. Sus brazos sin fuerzas descansaban sobre la sobrecama. Cuando entré, ella me preguntó qué quería. Le respondí que estaba allí para ver cómo estaba y porque alguien me había pedido que la visitara. Le dije que era pastor, y que me gustaría saber cómo se sentía. Ana manifestó su desencanto con la vida y sus ganas de morir. Incluso estaba perdiendo los dientes debido a su desnutrición.


 
Comencé a hablarle de mis creencias y de la esperanza de la vida eterna. Le expliqué que la muerte no es el fin; que Dios ha prometido un increíble futuro para los que lo reciben; y que cuando Jesús venga, nos transformará y nos sanará de todos nuestros dolores. Ana no podía creer que todo eso fuera verdad. No podía ser tan bueno. Le parecía una esperanza vana. «Váyase de mi cuarto», me dijo.

A la semana siguiente, volví a visitarla.

—Ana, ¿cómo te encuentras hoy? —pregunté.

En un murmullo apenas audible, dijo:

—Me están poniendo más tubos, y una unidad de sangre. Es la única forma de nutrirme. Quieren que engorde.

—Los médicos quieren ayudarte a seguir con vida —le contesté.

—¿Para qué seguir viviendo? No tengo nada que esperar.

Entonces, tomé mi Biblia y comencé a leer el Salmo 23, Juan 3, Juan 14, I Tesalonicenses 4 y Apocalipsis 22. Al terminar, ella permaneció en silencio durante un rato.

—Si esas palabras son verdaderas, me gustaría aprender más de la Biblia —afirmó. Le presté mi Biblia, y se aferró a ella con ambas manos. Le expliqué brevemente dónde comenzar a leerla, y así lo hizo durante varios días. Pronto, empecé a notar un cambio en su actitud, y la esperanza empezó a renacer en su corazón. Con el tiempo, su salud mejoró. Y es que cuando Dios entra en nuestra vida, la esperanza también llega. Invitemos hoy a Dios a acompañarnos, y la esperanza también estará con nosotros.

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