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martes, 22 de agosto de 2017

Matutina de Damas : Agosto 22, 2017

Fue fiel hasta el final


«Engañoso es el encanto y pasajera la belleza; la mujer que teme al Señor es digna de alabanza» (Proverbios 31: 30, N VI).


Hace mucho tiempo, el sabio Salomón escribió que el temor del Señor es el principio de la sabiduría. ¡Cuánta verdad encontramos en esas palabras! Y también la encontró Catharina. Ella era una muchacha pobre, con casi nada de educación formal, que enfrentó las vicisitudes de la vida sin perder de vista el temor del Señor. Este bendito temor del Señor la hizo una mujer fuerte y valiente. Enfrentó con coraje las luchas y las dificultades que la vida le presentó.

Catharina se casó con un hombre con un trasfondo religioso diferente al de ella, y oró por él durante toda su vida. Crio a sus hijos en los caminos del Señor, aconsejándolos fielmente… a menudo, con lágrimas. Y sus esfuerzos no fueron en vano. En la iglesia, Catharina parecía no conocer la expresión «No puedo». Siempre encontraba maneras de ayudar a otros. Su clara voz de soprano siempre podía oírse alabando al Creador, y sus manos activas cosían ropa para los necesitados y aplicaban inyecciones a los enfermos. Sus esfuerzos evangelizadores a favor de los niños fueron de bendición para muchos, especialmente para los míos, ya que ella recalcaba la bendita esperanza de la pronta venida del Señor Jesús.

Cuando Catharina falleció, algunos de los jóvenes que ella había ministrado buscaron a otros que se habían alejado de los caminos del Señor, y los invitaron al funeral de su exprofesora. Juntos, siguieron el ataúd hasta el cementerio, cantando las canciones que ella les había enseñado, como «Tendré una corona cuando vaya al cielo». Varios de los jóvenes que se habían alejado de Dios, volvieron a sus caminos.

Catharina. Bendita hija de Dios, que puso el temor del Señor por delante de todo lo demás en su vida. Y ahora ya no puedo ocultar esto más: ¡Catharina era mi madre! Me enseñó a orar y a caminar en el temor del Señor. Espero verla en ese gran día.

Amiga, permíteme compartir contigo lo que mi madre me enseñó constantemente: no temas si las olas de las dificultades y las luchas de cada día rompen Contra el bote de tu vida. No pierdas de vista el temor del Señor. Aférrate con fuerza de Jesús. Él sostendrá tu mano, para que no te pierdas. Él te ayudará a entrar por las puertas de la Santa Ciudad. Espero encontrarte allí.

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