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lunes, 31 de julio de 2017

Matutina de Adultos : Julio 31, 2017

El peligro de ser autosuficientes


Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos». 2 Corintios 1: 9


LOS PENSAMIENTOS deben concentrarse en Dios. Tenemos que dedicar nuestro esfuerzo más enérgico a dominar las malas tendencias del corazón natural. Nuestros esfuerzos, nuestra abnegación y perseverancia han de corresponder al valor infinito del objeto que perseguimos. Solo venciendo como Cristo venció podremos obtener la corona de vida.

El gran peligro del ser humano consiste en engañarse a sí mismo, en creerse suficiente y en apartarse de Dios, la fuente de su fuerza. Nuestras tendencias naturales, si no las enmienda el Espíritu Santo del Señor, encierran la semilla de la muerte moral. A no ser que nos unamos con Dios, no podremos resistir los efectos de la intemperancia, del amor egoísta y de la tentación a pecar.

Para recibir ayuda de Cristo, debemos comprender nuestra necesidad. Necesitamos tener verdadero conocimiento de nosotros mismos. Únicamente quien se reconoce pecador puede ser salvado por Cristo. Solo cuando vemos nuestro desamparo absoluto y no confiamos ya en nosotros mismos, podemos asirnos del poder divino. No es solamente al principio de la vida cristiana cuando debe hacerse esta renuncia al yo. Hay que renovarla a cada paso que damos hacia el cielo. Todas nuestras buenas obras dependen de un poder externo a nosotros; por tanto, se necesita una continua aspiración del corazón a Dios, una constante y fervorosa confesión del pecado y una humillación del alma ante Dios. Nos rodean peligros, y no estamos seguros sino cuando sentimos nuestra flaqueza y nos aferramos con fe a nuestro poderoso Libertador.

Debemos apartarnos de un sinnúmero de temas que llaman nuestra atención. Hay asuntos que consumen tiempo y despiertan deseos de saber, pero que acaban en la nada. Los más nobles intereses requieren la estricta atención y energía que suelen dedicarse tantas veces a cosas relativamente insignificantes. I

El conocimiento de Dios y de Jesucristo, expresado en el carácter, es una exaltación por encima de cualquier otra cosa que se estime en el cielo o en la tierra. Es la educación suprema. Es la llave que abre los pórticos de la ciudad celestial. Es el propósito de Dios que posean este conocimiento todos los que se revisten del Señor Jesucristo.—- El ministerio de curación, cap. 38, pp. 326-328.

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