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lunes, 31 de julio de 2017

Matutina de Damas : Julio 31, 2017

Las tres leyes de la oración — 3a parte


Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (Mateo 7: 7-8).


Retomemos el tema de las tres leyes de la oración. Las primeras dos eran pedir y buscar.

Ley no 3: Llama y se te abrirá. Llamar a la puerta es el momento de la seguridad. Tenemos que estar seguras de desear lo que estamos pidiendo. Debemos pedir concretamente lo que estamos buscando, especialmente cuando ya hemos levantado la mano y estamos a punto de tocar a la puerta que con seguridad se abrirá al trono de la gracia. Esa seguridad es más poderosa de lo que imaginamos. Santiago nuevamente habla sobre el asunto: «Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto» (Sant. 5: 17-18).

Llama, y verás que la puerta se abre de par en par para que entres en los lugares celestiales por fe. Para algunas, la puerta no se abrirá demasiado de este lado, porque tenemos poca fe.

Escuchemos nuevamente lo que Santiago tiene para decir: «Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie. Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es así, no piense que va a recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en todo lo que hace» (Sant. l: 5-8).

Cuando pedimos, se nos da. Cuando avanzamos unos pasos más y buscamos, descubrimos, para nuestro deleite, que también encontramos lo que estábamos buscando; y, a veces, mucho más. Si persistimos sin darnos por vencidas, procediendo a llamar, Dios siempre está ansioso por abrirnos las puertas de las oportunidades y de la gracia.

Si por algún motivo no puedes aplicar alguna de estas tres leyes a tu vida y tu experiencia, anímate. La gracia de Dios es tan magnífica, que ya ha hecho arreglos para que cuando un alma fiel abra la puerta a través de la oración, la gloria se derrame aún sobre las vidas de quienes ni siquiera pidieron.

Recuerda: la puerta está abierta para todos. Simplemente, entra y siéntate con confianza ante el trono de la gracia y di «¡Abba, Padre!»

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